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Jorge Azar Gómez - Ex representante de Uruguay ante ONU |
Votar no es lo mismo que democracia |
Si votar se confunde con democracia, basta tener presente que en Cuba también el pueblo vota, para entender que ese requisito no es suficiente para avalar la posibilidad de disfrutar de los derechos que esta forma de vida conlleva.
Ya quedaron atrás las luces de Broadway que vinieron de la mano de las exportaciones y de la suerte.
Otra vez la crisis asoma en el horizonte. Una recurrente crisis económica producto del despilfarro, la corrupción y la mala praxis; sumada a una muy preocupante ruptura social.
El Estado, ese patrimonio de todos , ha sido saqueado a más no poder.
Los recursos públicos han terminado siendo manejados de la forma más personal, autoritaria y carente del más elemental control.
En el mundo de la ficción que el actual gobierno hace de la situación del país, donde todo parece ser una maravilla, aún en 2018 se seguirá manejando el erario con “emergencia económica”; es decir que el presidente seguirá haciendo lo que quiere con los dineros de todos los uruguayos.
La inseguridad galopa, el narcotráfico acecha y se acrecienta, las fuerzas de seguridad y las armadas están desprovistas de lo básico.
El autoabastecimiento pasó a ser una fotografía en blanco y negro, con rasgos amarillentos fruto del transcurso del tiempo.
La autoridad y el orden social se hicieron trizas.
El modelo no resultó otra cosa que una adaptación libre del viejo eslogan de las revista faranduleras “el poder y el dinero juntos”.
Un Estado eficiente es aquel que -con el dinero y el esfuerzo de todos- hace obras para el bien de la comunidad. Desde los caminos, trenes hasta la prestación de una adecuada educación, salud y seguridad para todos los gobernados.
“El ser humano se acostumbra a todo porque se insensibiliza”.
Vale decir que el hombre se endurece, se encallece frente a la adversidad. Evita verla, se vuelve miope. Se sorprende un día cuando aparece algo nuevo que violenta sus códigos éticos y morales; pero, luego, lo convierte en algo más de la escenografía diaria.
Así fueron los primeros actos de corrupción que hoy son normales.
Así fue la aparición de los carritos de hurgadore de los que todo el mundo hablaba y hoy son parte del paisaje cotidiano.
Así nos acostumbramos a la mugre de la ciudad, la cual es parte decorativa de Montevideo.
Así sucedió con la ocupación de los liceos y colegios; y hoy conviven con la sociedad que sabe, que al menos una decena de veces al año, estos están presentes.
Así aconteció con la corrupción; hasta justificarla con el "nos hacemos responsables".
El listado de los ejemplos en cualquier caso sería enunciativo; siempre habría muchos más para agregarle.
Es cierto. Tan cierto, que la decadencia ya forma parte del Uruguay ; sin pedir permiso para entrar.
Mientras tanto cada uno de nosotros trabaja para mantener un sistema y un equipo de gobierno que solo concreta acciones perversas.
Y esto cansa , enoja y desespera.

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Insurrectos |
Recorren el mundo las imágenes deplorables de la revuelta parlamentaria desencadenada en el Congreso Argentino por representantes populares desquiciados. También, las filmaciones televisivas de la reiterada asonada de centenares de inadaptados de la especie, que sobreviven desde hace milenios al margen de la civilización.
Es moneda corriente intentar a través de las generaciones sincerar una sociedad argentina putrefacta en sus raíces unitarias, consolidada en tiempos peronistas, y acentuada hoy por una crisis económica y política a la cual los partidos políticos no solamente no le encontraron remedio, sino que la profundizaron como jamás ocurrió en la historia de la República Argentina.
Arranca en el Virreinato del Río de la Plata la imposición de una cada vez más insostenible carga fiscal sobre la población desguarnecida, ultrajada hoy por el robo descarado de decenas de miles de millones de dólares desaparecidos bajo la administración del gobierno kirchnerista.
Salpica al Uruguay, -lo empapa más bien-, la insurrección sostenida de los grupos inadaptados de la vecina orilla, atizados por una corrupción política generalizada en América que ha hecho carne en las canonjías de las que disfrutan los parlamentarios y gobernantes de todo el continente.
Más de diez millones de pobres en Argentina, y más de un millón y medio en Uruguay, son castigados diariamente por una inflación galopante y tarifas públicas descontroladas imposibles de pagar.
Al compás del aumento sostenido de los combustibles, suben mensualmente todas las tarifas que sostienen el paquidermo estatal en estos dos países.
La mayoría absoluta de los jubilados ya no pueden acceder a sus necesidades básicas, entre ellas, la compra de medicamentos.
La enseñanza de todos los niveles en un jolgorio permanente, en detrimento de la formación de los futuros ciudadanos.
Los sueldos de los gobernantes y parlamentarios en la estratósfera; quienes acceden al sillón se atornillan; los viajes al exterior de ministros y legisladores se multiplican, y el despilfarro de los dineros públicos se agudiza. El pueblo no come; tiene hambre.
Los insurgentes destrozan los espacios públicos; se vive el auge del narcotráfico en todas las ciudades, barrios y asentamientos regionales, la delincuencia campea a sus anchas y no se vislumbran soluciones.
Según la leyenda, cuando la Revolución Francesa estaba a punto de explotar, el pueblo se arremolinó en torno a Versalles para hacerle saber a la aristocracia que no tenían ni harina ni trigo para hacer pan. María Antonieta le dijo al mensajero: “si no tienen pan, que coman pasteles”.
Parafraseando, si no hay pasteles, tortas fritas.
Ricardo Garzón
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