|
Recomendaciones
¿Cuál es el mejor asiento para evitar el contagio de un virus? |
- Con la aparición del coronavirus, se prendieron las alarmas mundiales: un estudio demuestra dónde hay que sentarse para reducir el riesgo de contagio.
El avión es una de las formas de viajar que más creció en las últimas décadas, ya que permite llegar prácticamente a cualquier rincón del mundo en horas, además de ser el medio de transporte más seguro. Pero últimamente creció la preocupación de los pasajeros aéreos, no por las medidas de seguridad del avión en sí, sino por los posibles contagios de infecciones y pandemias que pueden tener lugar a bordo.
Las enfermedades respiratorias se transmiten principalmente en distancias cortas, cuando alguien tose o estornuda, o a través de la saliva o fluidos corporales. Y con la aparición del coronavirus Covid-19, en China, a finales de 2019, saltaron las alarmas, ya que se transmite de persona a persona fácilmente, aún cuando no se muestran síntomas. Por eso, muchos se preguntan qué pasa cuando se viaja en un espacio tan pequeño y cerrado.
Según un estudio dirigido por la Universidad de Emory, Atlanta, Estados Unidos, de 2018, sobre “comportamientos, movimientos y transmisión de enfermedades respiratorias por medio de las gotas que se esparcen durante los vuelos de las aerolíneas transcontinentales”, se indica que es poco probable que una enfermedad infecciosa respiratoria se transmita directamente más allá de un metro del pasajero infeccioso.
Después de juntar 229 muestras ambientales en 10 vuelos, el estudio determinó que los pasajeros en los asientos de las ventanas tenían el menor riesgo de exposición a una enfermedad transmitida por el aire.
Lógicamente aquellos sentados al lado de una persona enferma, en la fila de delante o de atrás corren el mayor riesgo. Para el resto de pasajeros la probabilidad de infección es inferior al tres por ciento.
Pero no solo eso, el estudio también confirma que el movimiento de pasajeros y tripulación puede ayudar a su traspaso. Aquellos que más se levantan de su asiento tienen más posibilidades de contagio. Por el contrario, los pasajeros de los asientos junto a la ventana tienen menos posibilidades de abandonar su asiento y, por lo tanto, menos probabilidades de entrar en contacto con una persona infectada.
Las personas en los asientos de los pasillos tienen muchas más probabilidades de entrar en contacto con pasajeros infectados. Así que la mejor forma de prevenir el virus es permanecer sentado en el asiento.
Para no infectarse se recomienda una buena higiene de manos, sobre todo, porque las pequeñas gotas de saliva pueden propagar el virus no solo por el aire, sino por encontrarse en bandejas, pantallas de tele y en las butacas de los aviones, lugares que no siempre se limpian. |
|
AGREGAR A FAVORITOS
A+ / A-
IMPRIMIR
VOLVER AL INICIO
|
|
ADVERTENCIA: Los artículos periodísticos firmados son de la exclusiva responsabilidad de sus autores. La Dirección.
|
|
CRÓNICA DE OTROS TIEMPOS
Alvear a Lavalleja
"Se calla
o lo fusilo"
|
- Hace 193 años, el 20 de febrero de 1827, las tropas republicanas argentino-orientales derrotaron al ejército brasileño en Ituzaingó. La victoria puso término a los intentos de conquista del actual territorio nacional por los imperiales, punto final del proceso libertador iniciado por Lavalleja en Sarandí.
Recopilados los siguientes testimonios de la Revista Nacional, se extraen de allí las siguientes anécdotas que enriquecen el proceso de consolidación de la independencia uruguaya, al revelar episodios poco conocidos de la "batalla de las desobediencias", donde todos mandaron, todos combatieron y todos vencieron, guiados por sus propias inspiraciones".
Cabe aguardar que eliminado por el voto el Frente Amplio del gobierno de la república, la población, y muy especialmente quienes están estudiando, vuelvan a tener acceso al conocimiento de los grandes fastos nacionales, obviados por una conducción politica ajena a nuestro sistema y a nuestros sucesos.
"¡Cállese usted la boca, o si no lo fusilo en el momento!".
De este modo culminó el General en Jefe del Ejército Republicano, Carlos María de Alvear, la áspera discusión que mantuvo con Lavalleja inmediatamente después del triunfo de Ituzaingó.
Delante de todos los jefes argentinos y orientales que habían acudido a la carpa de campaña a saludarlo por el éxito obtenido, Alvear se dirigió al General Lavalleja y le recriminó con estas palabras: "...si ayer hubiera usted cargado cuando yo se lo mandé, el ala izquierda del enemigo, que estaba en desorden, no se escapa un solo brasilero".
Prácticamente no había terminado Alvear su reproche, que ya el jefe oriental respondía tajante: "Señor General; yo sé cargar al enemigo sin necesidad de que nadie me lo enseñe".
Ante la insistencia de Alvear sobre la desobediencia a la orden impartida, Lavalleja precisó: "...yo no soy de los generales que miran al enemigo con el anteojo, y cuando otros estaban sirviendo a Fernando VII, yo ya sabía cargar al enemigo".
Tocado Alvear en su amor propio, dado que la alusión era directa a su persona, al haber servido precisamente en España contra los ejércitos de Napoleón I, terminó la discusión amenazando con fusilar a Lavalleja.
El jefe oriental, según el testimonio del Brigadier General Antonio Díaz, "quedó sumido en profundo silencio, circunstancia que fue aprovechada por los otros jefes del ejército republicano para despedirse y retirarse de la tienda de campaña, dejando solos a Lavalleja y Alvear".
Un día antes de la batalla, varios jefes de los cuerpos de caballería de línea, a cuya cabeza estaba el Coronel Lavalle, proponen concretar la sustitución de Alvear como Comandante en Jefe por Juan Antonio Lavalleja.
La decidida intervención de Oribe y Garzón resulta decisiva, y si bien Lavalleja criticaba duramente la conducta del General Alvear, es disuadido por aquellos de no ponerse al frente de la desobediencia.
El clima en el ejército, desde semanas antes de Ituzaingó, era de intrigas y de desconocimiento de la autoridad suprema, con el agravante del pésimo lugar escogido para librar la batalla, una verdadera ratonera.
Una junta de guerra en la que participaron Garzón, Alegre, Lavalle, Pacheco y Olavarría, comisiona al primero para que intente disuadir al Comandante en Jefe de ganar las alturas de Paso del Rosario.
Alvear accede a las razones planteadas por Garzón y retrocede en horas de la noche del 19 de febrero para ocupar posiciones estratégicas.
El 20 se libra la batalla, que juzgará severamente el General Paz, al sostener que "el éxito final se debió más a las inspiraciones individuales del momento para sacar provecho de los descuidos del enemigo, que a las disposiciones tácticas de Alvear, que no tuvo ninguna".
El Coronel Brandzen, viejo soldado de las campañas napoleónicas y de las de Chile y Perú, cayó con honores en la épica jornada junto al Coronel Manuel Besares abatido por una bala de cañón.
Fue sacrificado inútilmente por Alvear, quien en medio del combate le ordenó que cargara con el 1º de Caballería a través de un zanjón profundo, imposible de vadear a caballo.
Brandzen cumplió la orden a rajatabla. Cargó y murió en el momento con los cinco oficiales que lo acompañaron.
Segundos antes alcanzó a pedirle a Alvear que se retirase, que él podía cumplir con honor el imposible cometido.
Alvear sujetó a tiempo su caballo, mientras el resto del regimiento se desbandaba ante la imposibilidad de salvar la zanja de referencia.
Carlos María Ramírez, en "Páginas de Historia", escribe que la leyenda popular recoge de Ituzaingó que el regimiento oribista salió rechazado y deshecho: "...el desbando parece inevitable, y, para conjurarlo, el Coronel Oribe se arranca sus charreteras, apostrofa a los soldados deciéndoles que con su conducta deshonran esas insignias, y con esta actitud tan dramática rehace la moral de su regimiento, lo reorganiza y lo conduce de nuevo al combate".
Agrega Ramírez que "esto lo hemos oído cien veces muchos de los que hemos interrogado a nuestros mayores, los viejos partidarios del General Oribe, y no sólo ellos sino también otros que execraban las crueldades de la campaña de las Provincias Argentinas y la abyecta alianza con la tiranía de Rosas, pero que no se ofuscaban hasta el punto de desconocer los eminentes méritos militares de aquel Jefe".
El periódico "El Defensor", por su parte, comentando el episodio, recoge en sus páginas que al ver los soldados que Oribe se despojaba de sus charreteras en las arenas de Ituzaingó, "aquellos bravos, cuya gloria se veía contrastada por un accidente casi casual, pero que nada habían perdido de su valor, del amor, ni del respeto que profesaban a su jefe, dieron frente; dóciles a su voz, variando la dirección a desbordar la zanja que servía de parapeto a los enemigos, el Nº9 se precipitó sobre la caballería e infantería enemiga, tan superior en número, y su irresistible arrojo digno del triunfo, mereció los aplausos de todo el ejército en aquel día memorable".
Cuando varios cuadros del ejército imperial habían sido dispersados por la carga de la caballería republicana, el General Alvear ordenó, sin ser obedecido, que Lavalleja y otros jefes se incorporasen al tercer cuerpo.
Algunos regimientos lo hicieron con demora, pero las divisiones orientales al mando de Lavalleja, y también las del Coronel Lavalle, recién lo hicieron al día siguiente, cuando el ejército se hallaba acampado en el Paso del Rosario.
La desobediencia, en definitiva, tenía que ser fruto de los recuerdos. Los orientales habían peleado solos en Rincón y Sarandí, e indudablemente querían destrozar para siempre el poder militar del enemigo.
Esas tropas al mando de Lavalleja, así como las heroicas milicias de Maldonado y Paysandú, no eran unidades de línea. Apenas vecinos armados para luchar por su tierra y por los viejos ideales artiguistas: "...eran aquéllos a quienes había que dar licencias temporales para que atendieran sus campos y sus chacras, para que sembraran y cosecharan sus trigos".
Milicias de Maldonado sufrió las mayores pérdidas, cuerpo de primer ataque, encargado de detener la primera división enemiga. Allí fue malherido su Jefe, Coronel Leonardo Olivera, no obstante lo cual estos vecinos "primero dispersaron y luego acuchillaron a una fuerza que fue puesta fuera de combate".
También Servando Gómez y el legendario Anacleto Medina "cargaron una columna fuerte de caballería, la acuchillaron y la obligaron a refugiarse bajo los fuegos".
Pero fue Lavalleja quien se llevó los mejores honores. Luego de dispersar a las tropas del Mariscal Abreu, mortalmente herido en combate, dejó al descubierto el flanco brasileño, paralizó su ala izquierda, quebró su impulso ofensivo e impidió que sumara esfuerzos a la Primera División Imperial.
Mil trescientos hombres perdió el ejército imperial, y más de trescientos cincuenta las fuerzas republicanas.
Respecto de los heridos, centenares murieron quemados por las llamas que devoraban los pastos, y muchos, también, fueron despenados por un gran número de peones y chinas que seguían al Ejército.
Narra José Brito del Pino, teniente primero ayudante de Alvear, que todo el campo ardía y que allí se consumieron muchos de los cadáveres de nuestros bravos, como de los enemigos. "Se veían igualmente caballos que se dejaban quemar, porque no tenían el instinto suficiente para huir, y no hacían más que corcovear hasta que el fuego los sofocaba".
Ricardo Garzón |
|















|
|