Edición Nro. 2271 - Punta del Este / Uruguay
enfoques 5 de agosto de 2022
 
 
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Enrique Guillermo Avogadro
Lo que mata es la ambición
  • “Todo el mundo tiene un plan, hasta que le dan un puñetazo en la boca”. Mike Tyson

Si hay alguien que comprueba la exactitud de la frase, ese es Sergio Aceitoso Massa, el camaleónico personaje que nació en la UCD de Alvaro Alsogaray, pasó a integrar el gobierno de Carlos Menem, siguió con Eduardo Duhalde, se alió con Felipe Solá y Francisco de Narváez para derrotar a Cristina Kirchner en su disputa contra Esteban Bullrich, se alió con Roberto Lavagna y Miguel Angel Pichetto para detener al kirchnerismo, juró ante las cámaras que barrería con los ñoquis de La Cámpora y metería presos a sus dirigentes y, finalmente se unió con éstos para ganar las elecciones de 2015 con el desfondado Frente para Todos y presidir la Cámara de Diputados.
También el mejor ejemplo de favorito de los grandes capitales es el entronizado “casi super” Ministro de Economía, que reúne el apoyo del no tan curioso entramado que integran José Luis Manzano y Daniel Vila, Enrique y Sebastián Eskenazy, Claudio Belocopitt, Mauricio Filiberti, Jorge Brito, Marcelo Midlin, José Luis Lengeri, Alejandro Bulgheroni, etc., algunos de ellos cómplices en el saqueo y todos sospechosamente enriquecidos por los Kirchner desde su origen en los lejanos tiempos de Santa Cruz.
Este cuarto gobierno de gangsters estaba rascando el fondo de la lata para encontrar a quien estuviera dispuesto a recibir esa brasa ardiendo en que el fracaso de los Fernández² han convertido a la economía, a punto tal que muchos cuentan que, cuando Martín Guzmán tiró su renuncia por Twitter, apagaron sus teléfonos para evitar exponerse al rechazar una súplica oficial para aceptar el cargo entonces vacante.
Y no era para menos, toda vez que cada vez es más notorio el desprecio y el manoseo al que la cúpula del FpT somete a sus funcionarios, convertidos en eunucos esclavos; ya lo experimentó Solá cuando se enteró, en viaje hacia una cumbre internacional, que había dejado de ser Canciller; lo mismo ocurrió con Silvina Batakis, a quien sacaron el banquito luego de decir en Washington que tenía todo el apoyo de Cristina y ni siquiera había tenido tiempo para contratar una asesora de vestuario, Daniel Scioli, que tuvo que volver a la Embajada en Brasília con el rabo entre las piernas después de ser un optimista y creyente Ministro de Industria por poquísimos días, y Eduardo Hecker, que estaba por presentar un nuevo producto del Banco Nación cuando su teléfono le avisó que lo habían eyectado de su Presidencia.
Y digo “casi super” refiriéndome al Aceitoso porque, a pesar de los off de record con los que se postuló sin tapujos como salvador de la patria, no obtuvo todos los resortes que había pedido –incluían la AFIP, el Banco Central, etc.- y, además, todas las grandes cajas del Estado y el área de energía quedaron en manos de La Cámpora y, por ende, de Cristina Fernández. Ésta, como toda mujer que se precie de tal, conserva en su memoria, donde nada prescribe, esa noche en que este ambicioso la convirtió en perdedora frente a un cuatro de copas político, como era en aquel entonces este gran señor al que la enfermedad ELA tanto ha golpeado.
¿Qué hizo que buscara ser designado en circunstancias tan peligrosas para sus irrefrenables ansias de poder? Creo que lo hizo porque, desprestigiado como está por sus históricos y continuos cambios de posición y condenado a ser sólo otra pata floja en la tríada de gobierno, sabe que la probable derrota del FdT en las próximas elecciones, también lo arrastraría al baúl de los (malos) recuerdos. Por ello, optó ahora por arriesgarse a intentar torcer el rumbo de inevitable colisión –algo harto difícil dada la irreductible posición del Instituto Patria en materia de gasto público, emisión monetaria, acuerdo con el FMI, tarifas y subsidios- ya que, de tener éxito, sí podría imaginar algún futuro político.
Por otra parte, me parece que el ya sumamente decaído ánimo del MemePresidente debe haber sufrido una nueva declinación que lo acerca al colapso final. La lapicera que debiera acompañar al cargo la tiene ahora el Aceitoso y la tinta sigue conservándola Cristina Kirchner. Alberto Fernández no sólo ha sido humillado hasta convertirlo en un deprimido y emasculado pelele, la nada misma, sino que, además, ha debido entregar las cabezas de sus más fieles y escasos amigos; a esta altura, sólo conserva al inútil del Canciller Santiago Cafiero, quizás a Miguel Pesce en el Banco Central, y a Vilma Ibarra, la Secretaria Legal y Técnica que trata de evitar que cometa más y mayores delitos.
El punto neurálgico de esta trágica situación es que lo único que puede arreglar este monumental desbarajuste es la confianza pública, y Sergio Massa no es, precisamente, alguien que pueda concitarla; muy por el contrario, todas las encuestas lo ubican, como al resto de sus socios políticos, en el fondo de la tabla de posiciones.
Así, es probable que la primavera financiera que comenzó anteayer se mantenga por un tiempo impulsada por acciones proactivas de los empresarios y medios de prensa que apoyan a este reputado panqueque pero, lamentablemente, en breve volverá el invierno. Será percibido cuando comience el inevitable ajuste y Cristina Fernández de Kirchner, famoso escorpión, se vea obligada a definirse; entonces, el plan de Massa recibirá su puñetazo.




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Compromiso con el futuro
(Por Julio María Sanguinetti) El gobierno ha resuelto encarar la imprescindible reforma de la seguridad social. Está claro que las principales figuras políticas del país así lo entienden, desde Astori y Mujica hasta quienes revistamos en la Coalición Republicana. En el período pasado, especialmente Astori como Ministro, una y otra vez, voceros frentistas señalaban la necesidad de reestabilizar el sistema.

Al abrirse este gobierno, se creó por ley una comisión más amplia que nunca en la historia que recogió aportes, los estudió durante un año y, finalmente, llegó a un diagnóstico, desgraciadamente no unánime.
En lo personal, el tema me produce una cierta nostalgia, porque en 1995 hocinos una gran reforma y en 2008, cuando venía dando los resultados esperados, la tergiversaron con medidas demagógicas que irrumpieron con 60 mil jubilados de un envión y criterios administrativos que volvieron a facilitar el fraude de las jubilaciones inventadas. En aquel lejano 1995, el peso de la seguridad social había alcanzado casi el 15% del PBI, en 2008 estaba en algo más del 8% y ahora en un 10% aproximadamente, que se mantendrá si nos abocamos a la adaptación del sistema a la realidad.
Para empezar, señalemos dos aspectos fundamentales: el primero es que esta reforma no toca para nada, ni directa ni indirectamente, a ningún jubilado; el segundo es que el gobierno no está buscando ningún alivio para sus finanzas, porque la reforma empezará a regir dentro de cinco años y culminará sus propuestas en el 2035. A este gobierno ni le va ni le viene fiscalmente, al gobierno próximo poco, pero está claro que si en estos años no se hace nada, se irá armando una bomba modelo argentino. Cuanto antes se hagan los cambios, mejor será para el futuro. Todo este planteo es un compromiso con las generaciones que vienen detrás nuestro. Por encima de cualquier otra consideración , es un desafío a la ética del sistema político.
En nuestro país se paga caro la virtud de nuestro Estado: como se piensa que siempre se cumplirá con sueldos y jubilaciones, nunca se termina de entender en toda su magnitud algunos temas como este. El hecho es que finanzas desniveladas, nos llevarán a situaciones límites como las que hoy viven los profesionales y los bancarios, cuyas cajas están en crisis y hay que tomar medidas de real emergencia, con sacrificios serios. La desestabilización produciría un impacto directo sobre la inflación y la inversión, lo que —repetimos— es lo que vemos diariamente en la televisión de la vecina orilla. Allí las jubilaciones se pagan, pero la inflación las devora, y además , como nadie invierte, la riqueza en gas no se explota y se tiene que, absurdamente, importarlo de Bolivia o Chile.
La irracionalidad cuesta dinero. Los profesionales, que se hoy se dan de cabeza contra este muro, pagan tributo a la irresponsabilidad de quienes “generosamente” ampliaron al máximo las posibilidades de la institución hasta rebasarlas y liquidaron más de cinco años de reservas. En dos más, cierran.
A nuestro país, además, la demografía lo va apretando. Por un lado, la natalidad es baja, al punto que el año pasado hubo más fallecimientos que nacimientos. Por eso hay menos alumnos entrando a la escuelas y habrá en consecuencia, en el mediano plazo, menos aportantes a la seguridad social. En la otra dimensión, vivimos más años, los vivimos mejor y —salvo las excepciones a contemplar— hoy el trabajo es menos exigente físicamente. El hecho es que en 1973, cuando el golpe de Estado, la esperanza de vida al nacer (al momento del retiro es bastante mayor) de un uruguayo eran 68,6 años; en 1985, cuando retornó la democracia, ya eran 72,1% y hoy está en 78%, 74 los hombres y 81,7 el sexo fuerte. Esto es magnífico, revela mejores condiciones de vida. Pero naturalmente alarga los años de pago de pasividades y el gasto en Fonasa y Sistema de Cuidados.
Con todo, se está en condiciones, todavía, de tomar medidas sin un excesivo rigorismo. Por ejemplo, en materia de edades, la suba se hace con una escala más que razonable, muy tranquilizadora para quienes están cerca del retiro. Los nacidos después de 1967, o sea menores de 55 años, agregarán un año a su expectativa de jubilación recién en 2027. Y así sucesivamente hasta los nacidos después de 1971, que recién llegarán a la exigencia de 65 años en el 2035.
Este es el único camino sano para preservar el sistema. Hay que tener claro, además, que el régimen de seguridad social tiene un enorme déficit. Se estima aproximadamente en 1.000 millones de dólares. Pero en realidad es mucho mayor, porque no podemos olvidar que 7 puntos del IVA están destinados al sistema y que el Estado, por ejemplo, como empleador, tiene un aporte de 19,5%., que es mayor al general y a la experiencia internacional. Si descontamos todos esas contribuciones excepcionales, que vienen de afuera, el real déficit es de 2.400 millones de dólares.
La idea, hacia el futuro, no es reducir las prestaciones. Es generar más equidad, remunerando mejor a los de abajo y logrando que el conjunto preserve su nivel. Un sistema desestabilizado es malo para todos, incluso para los jubilados, que miran desde el costado con tranquilidad, pero que no pueden ser indiferentes a la situación del Banco que les paga su pasividad.
Nuestro Presidene llevó el anteproyecto al examen de todos los partidos, del gobierno y de la oposición. Estamos todos trabajando para entenderlo bien, asimilarlo, sabiendo que se encuadra en el diagnóstico oportunamente fijado. Ya hay voces del PIT CNT que se manifiestan en contra bajo la bandera sin sustento de que las edades no se tocan. Algunos hasta retoman el cuestionamiento a las AFAP, como si en 15 años no hubieran tenido tiempo paras reformarlas. Por instinto no soy muy optimista sobre su actitud, pero sería realmente notable que el país pudiera mostrar este entendimiento, revalorizar su crédito internacional y de cara a nuestra sociedad mostrar el rostro de un sistema político responsable. Le haría bien al oficialismo y a la oposición. Nadie sacaría ventaja y, en todo caso, se levantaría una hipoteca para ese próximo gobierno al que todos queremos ingresar. (Nota que se comparte con Correo de los Viernes)



 



 

 
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