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| Enrique Guillermo Avogadro |
| ¡No me juzguen, soy Cristina! |
- "El destino tomó otra decisión. A veces, el destino es un cabrón".
Laurence Debray
Si algo faltaba para demostrar que el único interés que mueve a la tan ladrona PresidenteVice es su impunidad -y, por extensión, la de sus hijos- fue la penosa carta que publicó el miércoles para, de alguna manera, conmemorar el primer aniversario de su toma de posesión de la Casa Rosada a través de su mandatario groucho-marxista, a quien no mencionó. Como hizo siempre en las grandes tragedias y, en general, con los reales problemas de un país al que no le importa incendiar, no habló de los 40.000 muertos por el virus y de la sideral catástrofe económica, social y educativa que produjo la "cuareterna" que ordenó disponer al "gobierno de científicos" para ocultar sus intenciones judiciales y el fracaso de sus políticas económicas; hoy el rol cegador de ese velo lo ocupa la discusión sobre el genocida aborto legal.
Y es que, claro, con este año cumplido, el 25% del mandato se le escurrió como arena entre los dedos y, con ello, sus posibilidades de alcanzar un logro en ese tan complicado problema se han reducido en igual proporción; sabe que, si nada hace al respecto, terminará condenada por los innumerables crímenes -¿sólo robos o, también, asesinatos de fiscales y secretarios?- que cometió y algunos que todavía intenta cometer.
La misiva, además, fue un innegable ataque a la Constitución y a su sistema republicano de división de poderes. Pese a que su reforma resulta una misión imposible porque requiere de mayorías legislativas de las que carece, en un país normal Cristina Fernández sería sometida a un inmediato juicio político por atentar contra las instituciones pero, tristemente, estamos en la Argentina y aquí se la volvió a elegir, a pesar de su enorme prontuario y para asombro del mundo.
Y si recordamos su abortada pretensión de "democratizar" la Justicia en su anterior mandato, el éxito que alcanzó cuando logró modificación de la conformación del Consejo de la Magistratura para aumentar la participación de la política en la designación y remoción de los jueces, y, ahora, su avanzado proyecto para domesticar a los fiscales y someter a la Procuración General a la voluntad del Senado, nada puede sorprendernos.
La virulencia y la ferocidad del ataque a los integrantes de la Corte Suprema, que busca imitar a lo que hizo su amigo Hugo Chávez en 2004 para acabar con la democracia en Venezuela, permite suponer que la temida pero desesperada "abogada exitosa" se ha enterado de su real impotencia y que, más allá de la desestimación de la queja de Amado Boudou y la consecuente confirmación de su condena a prisión, el Superior Tribunal tampoco revisará la negativa de la Casación a ordenar una gigantesca auditoría sobre toda la obra pública realizada en el país en el período 2003-2015; así, el juicio por la causa "Vialidad", que la tiene sentada en el banquillo, continuará y, en algún momento, terminará con un fallo condenatorio.
Aquí corresponde que usted se formule algunas preguntas. Supongamos que es acusado de un delito que no cometió, pero es llevado a juicio. ¿No querría que su conducta fuera analizada por el juez lo más pronto posible, sin las demoras que sus abogados pudieran obtener con chicanas de todo tipo? Entonces, ¿por qué Cristina Fernández sigue interponiendo recursos para evitar precisamente ese análisis?, ¿por qué continuar invocando un imaginario lawfare en lugar de demostrar su inocencia?
El Instituto Patria, que ella comanda a través de su principal sicario, el ya famoso "pelotudo" Senador Oscar Parrilli, convoca a una marcha para el lunes 14 bajo el lema "Navidad sin presos políticos", y lo hace con un afiche que, en realidad, constituye otra prueba de la asociación ilícita que Néstor Kirchner organizó y Cristina Fernández encabeza. Aparecen, detrás de su rostro, Amado Boudou, Ricardo Jaime, Julio de Vido, Luis D'Elia, Juan Pablo "El Pata" Medina y su hijo, Omar "El Caballo" Suárez, Milagro Sala y Juan Pablo Schiavi; ¡menuda banda! Sólo faltó incluir a Luis "El Gordo" Valor (que me perdone por compararlo con estos criminales), José López y sus bolsos, Hebe de Bonafini y Sergio Schocklender y sus "Sueños Compartidos".
El Presidente Pinocho, por su parte, interesadamente desmemoriado y sin ponerse colorado, se desdijo otra vez de cuanto sostuviera durante sus años en el desierto y nuevamente se abrazó a las posiciones más extremas del kirchnerismo. Tal como hizo con los tuertos derechos humanos y con las desapariciones de ciudadanos en democracia durante su gobierno, en un momento tan complicado en la renegociación de la deuda con el FMI, se abstuvo de condenar las fraudulentas elecciones venezolanas, con las cuales Nicolás Maduro se quedó con la Asamblea Nacional, el único poder del Estado venezolano -Justicia y prensa libre incluidas- que no controlaba. ¿Ve usted alguna similitud con la Argentina?
Así, la dupla Fernández² reafirmó su hipocresía y su cinismo. Mientras se niega a reprobar las probadísimas violaciones a los derechos humanos que cometen los regímenes de Venezuela, Cuba y Nicaragua con el argumento de no inmiscuirse en los asuntos internos de esos países, desembozadamente irrumpe en los procesos electorales de Bolivia, Ecuador y Brasil, apoyando con descaro a candidatos que, en todos los casos, se encuentran procesados, prófugos o encarcelados por corrupción, como Evo Morales, Rafael Correa y Luiz Inácio Lula da Silva, cuyas historias y suertes parangona con la de la PresidenteVice. ¡Otra implícita confesión de su culpabilidad!
Es evidente que Cristina Fernández ya no se detendrá ante ningún límite legal y seguirá intentando demoler lo poco que queda del fenomenal andamiaje jurídico sobre el cual nuestra ahora saqueada y decadente República fue construida. Por ello, todos debemos preguntarnos, porque el artículo 21 de la Constitución Nacional nos lo exige, hasta cuándo estaremos dispuestos a tolerarlo y a qué remedio recurriremos para evitarlo. |
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| Cuanto peor, mejor |
(Por Julio María Sanguinetti). El régimen democrático se basa en la distribución del poder. Toda su arquitectura está dirigida a que la ciudadanía, a la que la República le ha reconocido derechos -igualdad y capacidad de elegir gobierno-, no se vea frustrada por una concentración abusiva del poder. De ahí la construcción institucional de la sabia separación de poderes que teorizó Montesquieu: frenos y contrapesos.
Naturalmente, esa teoría y esas normas jurídicas convergen en humanos de carne y hueso, que ejercerán su rol con mayor o menor inteligencia, desinterés o conveniencia. Y allí aparece la política, que no es otra cosa que el ejercicio de las libertades y facultades que el sistema ha atribuido a cada uno.
De resultas de todo lo cual, el gobierno debe estar en capacidad de gobernar, la justicia de juzgar y el Parlamento de legislar, en una constante puja de acuerdos y desacuerdos entre la mayoría gubernamental y la oposición parlamentaria. De ahí su inevitable convivencia, imprescindible en tiempos de tormenta.
Y bien: estamos en tiempos de tormenta. Nadie podrá discutir que esta pandemia es una catástrofe natural solo comparable a una guerra o un terremoto. Es el momento en que con mayor celo el sistema tiene que funcionar.
¿Por qué entonces este desnorteo de un Frente Amplio que baja del gobierno por decisión popular y hoy se instala en la idea de paralizar al gobierno que enfrenta una situación de tan profunda emergencia?
La idea de plegarse al insensato referéndum propuesto por el PIT CNT es un renunciamiento grave de un partido político a una fuerza corporativa, legítima en la defensa de sus intereses particulares, pero fuera de órbita cuando intentar marcar el ritmo del país.
Se pretende derogar todo el capítulo que en la ley de urgente consideración ampara a la policía para afirmarse en la difícil batalla por la seguridad ciudadana. El único que se felicitará de esa derogación será el mundo del delito, porque la policía perderá un amparo jurídico que hoy le permite actuar con mucha más amplitud. ¿Por qué impedir que la policía actúe bajo la presunción de que lo hace en ejercicio legítimo de sus facultades?
¿Por qué tirar abajo una Comisión Coordinadora de la Educación que sume esfuerzos para aplicar un plan nacional? ¿Qué tiene de malo, salvo preservar los últimos resabios de la reaccionaria idea de los compartimentos estancos dentro de la educación y los pequeños feudos burocráticos actuando con anarquía?
En el caso, la actitud del Frente Amplio es lamentable, porque esa norma la votaron sus legisladores. Como votaron también un principio de acercamiento a la racionalidad en los precios de los combustibles, tratando de que Ancap lo haga teniendo en cuenta lo que costaría importarlos. No se trata de derogar el monopolio y decretar la libertad de importación como proponía el Poder Ejecutivo sino de iniciar un proceso que permita que la producción nacional disponga de combustibles compatibles con un concepto de productividad. Es un tema importante, que se negoció entre las bancadas de gobierno y oposición. Pero bastó que el PIT CNT atropellara para que el Frente Amplio se sometiera.
Puedo entender que el sindicalismo se agravie de que se establezca que ocupar un establecimiento no es una prolongación necesaria y universal del derecho de huelga, como ha sostenido siempre. Pero debe entender que hasta la OIT ha dicho una y otra vez lo contrario, para preservar el derecho individual de quien quiere trabajar y el de la empresa de acceder a sus medios de administración.
Salir a juntar firmas para tirar abajo esa ley, que fijó las prioridades de un gobierno recién electo, no se compadece con el necesario espíritu de reconocimiento a un pronunciamiento ciudadano. Como tampoco lo hace, y aquí en grado de mayor extravío, sus idas y venidas, marchas y contramarchas, en el imprescindible apoyo a las autoridades en su enfrentamiento a la pandemia.
Primero no les gustó la libertad responsable y querían confinamiento obligatorio. Más tarde se agraviaban de las limitaciones y pasaron a reclamar a grito pelado la liberación de toda actividad. Después de un gran éxito en la primera etapa, nuestro país se enfrenta ante esta segunda ola que se ha dado en el mundo entero. El gobierno sigue defendiendo su principio de libertad responsable, bien distinto a la amenaza autoritaria que campea por el mundo, pero está obligado hoy a tomar medidas mayores en defensa del orden público que supone la salud de la población. Sin embargo, la dualidad lamentable ya está instalada en su discurso: si advierten que la gente toma las medidas como severas, el gobierno abusa; si actúa con la misma prudencia y respeto para la libertad que hasta ahora , es tímido, lento, insuficiente. Y en ambos casos, gastando poco, porque siempre su única respuesta ante cualquier tema es gastar. Como lo hicieron con tan estrepitosos fracasos, desde la educación a la seguridad.
Los niveles de demagogia han llegado ya a alturas poco conocidas. Decir que es una respuesta ideológica "responsabilizar" a la gente, como si esto no fuera cierto desde Alemania al Uruguay, desde Japón a la Argentina. Por supuesto que somos todos responsables, para empezar de nuestra propia vida, y solamente políticos exorbitados, desesperados por medrar, pueden estar atribuyendo al gobierno la responsabilidad en la situación. Es tan lamentable como pretender la instalación de la idea de que el Estado puede, por arte de magia, recompensar las pérdidas que puedan tener las actividades privadas. Ni este ni ningún Estado puede hacerlo. Lo que sí tiene que asumir es la asistencia a los más débiles, que se ha hecho y seguirá haciéndose a través de instituciones sociales, que no han escatimado esfuerzo ni financiero ni personal.
En el Frente Amplio hay gente responsable. Los propios Intendentes saben que esto es difícil por sus propias responsabilidades. Saben que sin solidaridad colectiva, solo agravaremos una situación que el Uruguay ha enfrentado mejor que la gran mayoría de los países del mundo. Nos duele que la vocinglería demagógica o el interés corporativo los arrastre a este escenario que no se condice con los tiempos que vivimos. ¿No hay espacio para una reflexión más serena? Estamos muy lejos del tiempo electoral. No tienen sentido estos excesos. El Frente Amplio, arrastrado por sus radicales, convoca nuevamente a los fantasmas que, con razón, el Presidente Vázquez decía haber aventado al llegar al gobierno. El fantasma de la demagogia sin límites, de procurar el daño por el daño mismo, volver a seguir aquella trágica máxima tupamara de que "cuanto peor, mejor". (Nota que se comparte con Correo de los Viernes) |
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