Edición Nro. 2139 - Punta del Este / Uruguay
enfoques 8 de noviembre de 2019
 
 
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TURBINAS ARGENTINAS - ENFOQUES COMPARTIDOS f
Enrique Guillermo Avogadro
Pirro[i], ¿estás?
  • “La primera ley de la historia es no atreverse a mentir; la segunda, no temer a decir la verdad”.
    S.S. León XIII

De las dos esperanzas que confesé en mi última nota respecto a lo que sucedería el domingo pasado, sólo una se transformó en realidad: el Partido Nacional logró llegar al ballotage en Uruguay. Así, puso en serio riesgo la continuidad al frente del Estado del Frente Amplio. Hay que esperar hasta el 24 de noviembre para la definición, pero apuesto por Luis Lacalle Pou. 
En cambio, en la Argentina, pese a la insospechada y hasta inexplicable (en este contexto económico) remontada, a Juntos por el Cambio le faltaron muchos votos para lograrlo, y el Frente de Todos, con la fórmula Fernández², se sentará en los sillones del poder nacional el 10 de diciembre. Lo mismo hará Axel Kiciloff –que revalidó sus credenciales de mentiroso serial y sectario el mismo domingo- en la crucial Provincia de Buenos Aires.
El país, pintado con los colores –amarillo y azul- de las respectivas coaliciones electorales, semejó la camiseta de Boca Juniors ya que, salvo donde perdió la encomiable María Eugenia Vidal, todo el pujante centro del país (la ciudad de Buenos Aires y las provincias de Entre Ríos, Santa Fe, Córdoba, San Luis y Mendoza) votó por la reelección Mauricio Macri, aportándole los dos millones trescientos mil votos más que obtuvo con respecto a las PASO, mientras que las provincias más pobres (aún así, el Presidente mejoró su performance en la mayoría de ellas) y, sobre todo, el trágico Conurbano bonaerense, garantizaron la victoria del peronismo unido o, visto lo que sucedió desde entonces, sólo pegoteado.
Me refiero, claro, al palco de Chacarita, donde festejaron, básicamente, Cristina Fernández, Kiciloff, La Cámpora, las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo y un demudado Sergio Massa. Y al acto de la reasunción del impresentable Gobernador de Tucumán, Juan Manzur, en el cual Alberto Fernández se mostró rodeado de otros gobernadores (excluidos de la celebración capitalina por decisión de la viuda de Kirchner), de lo más granado del sindicalismo y hasta de Daniel Scioli; esas dos fotos debieran ser incorporadas a varios prontuarios.
Quedó expuesta así la ruptura en el tejido de esa construcción exclusivamente electoral que fue el Frente para Todos, y la certidumbre de los enormes conflictos que se desatarán en su interior a partir de ahora. Porque Cristina hará sentir que es la dueña de los votos y exigirá ejercer el poder real, en competencia con la fracción no-kirchnerista que un Alberto desdibujado en ese mapa pretende construir como base propia con los señores feudales de las provincias y con los gremialistas de derecha.
Espero, sinceramente, que ese enfrentamiento no se transforme en una reedición de los años de plomo, en los que la Triple A y la izquierda subversiva –con Perón/Isabel en el gobierno y ambas en nombre de ellos- dirimieron sus diferencias a tiros, bombazos y asesinatos, nunca investigados. Se me podría objetar que ya no hay ideologías extremas en juego –si es que en aquél entonces fueron sus motivaciones reales- pero apareció en escena otro actor mucho más peligroso aún, el narcotráfico.
En materia de relaciones internacionales, por el contrario, no parece haber demasiadas diferencias en las miradas de los Fernández: ambos reforzarán la simbiosis con el clepto-“progresismo”, el Foro de São Paulo y al Grupo de Puebla; éste, que se reunirá aquí en diciembre, manifestará su apoyo a los insurrectos de Chile, de Perú y Ecuador que financian, al ladrón y asesino Nicolás Maduro, al prófugo Rafael Correa, al fraudulento Evo Morales, al condenado Luiz Inácio Lula da Silva (la pública apelación de Alberto por su libertad, calificándolo como “preso político”, fue la razón de la furibunda reacción de Jair Bolsonaro en su contra) y al cuestionado José Pepe Mujica, y ratificará la ruta para la recuperación del poder en toda la región; según el propio Diosdado Cabello, ese plan está cumpliendo sus objetivos. Ese posicionamiento agregará obstáculos a la complicada agenda del futuro gobierno con el FMI, con Brasil y con los Estados Unidos.
Por lo demás, el primer viaje de Alberto será al México de Andrés López Obrador, conspicuo miembro de esa tendencia, quien días atrás obligó a sus fuerzas armadas a liberar al hijo del Chapo Guzmán, detenido por liderar el famoso Cártel de Sinaloa, justificando la orden en “evitar un baño de sangre”; resignó así el poder del Estado y lo cedió a los zares de la droga.
Todas esas pinceladas van mostrando un panorama enrevesado para el período que se iniciará el 10 de diciembre. Sin crédito, será harto difícil para los Fernández² cumplir las inmediatas promesas “baglinianas” de llenar heladeras y bolsillos sin caer en hiperinflación. Y la falta de mayorías propias en el Hº Aguantadero impedirá una reforma bolivariana de la Constitución y los obligará a negociar cada una de las leyes que pretendan.
Las urnas probaron que la mitad de la ciudadanía está atenta y dispuesta a resistir una pérdida de las virtudes republicanas de transparencia y decencia, y ha demostrado en la calle que no tolerará más claudicaciones políticas y judiciales frente a la corrupción y a la impunidad. Pero cuidado, porque tampoco permitirá divisiones en la futura oposición.
Por eso me pregunto si esta victoria en las urnas no tendrá mucho de pírrica. No hay dudas acerca de qué se debe hacer en la Argentina y ahora será responsabilidad de los ganadores, igual que lo hubiera sido de Macri; así, es casi mejor que sea el peronismo quien lo haga, ya que innegablemente tiene muchísimo más entrenamiento político y mayor control sobre la inevitable reacción social.
Los “tiempos interesantes” que piden los chinos en sus maldiciones están ya muy cerca. Habrá que ver cómo los transita esta Argentina tan peculiar y tan suicida.




ADVERTENCIA: Los artículos periodísticos firmados son de la exclusiva responsabilidad de sus autores. La Dirección.



Crónica de otros tiempos

Rayos y Centellas

Las redes sociales desayunaron la corrupción entronizada en el sistema político uruguayo, en un período caracterizado por la incompetencia generalizada que ha puesto de relieve la poca monta de  legisladores atornillados a butacas, muchos de los cuales trascenderán en funciones hacia la tercera década del siglo.
El diálogo permanente establecido a través de las redes, y la información que llega a cada segundo a conocimiento y opinión del ciudadano, pone al descubierto las carencias parlamentarias; atestigua la ineptitud e impericia del gobernante y del legislador, y desnuda desde la raíz la ignorancia colectiva de sus integrantes.
Parlamento para el olvido, en un instante crucial y de definiciones políticas y económicas en el continente y en el mundo, con una Vicepresidente de la República que le dijo a la agencia de noticias Sputnik, que si el candidato Luis Lacalle Pou, en caso de ganar la Presidencia, envía al Parlamento un paquete de leyes de urgencia, “generará una movilización social enorme que podría producir inestabilidad”.
El Cuco, con rayos y centellas, lo agita el Frente Amplio, y por detrás, avieso, la cúpula del movimiento sindical, expectante, ante el interesado vaticinio, hecho público, de que puede incendiarse la pradera.
Bien ha dicho el Dr. Lacalle que el temor a dejar el poder lleva a que se sobrepasen los límites de la responsabilidad cívica, límites que ante la ciudadanía ha excedido y rebasado la vicepresidente de la república Lucía Topolansky.
En épocas de despedida, durante quince largos años han actuado con terribles carencias políticos que han demostrado incapacidad de gestión en el más amplio sentido del vocablo. Cuando se requirió talento, el Poder Ejecutivo y los legisladores de estos tiempos exhibieron falta de entendederas para comprender y asimilar lo que tuvieron entre manos. No supieron interpretar la lectura.
Incompetencia, negligencia e irresponsabilidad colectiva reflejan sus acciones y ensucian la gestión, condimentada con la integración abusiva y descontrolada de reiteradas caravanas turísticas que pasean periódicamente por el mundo. Allí van, sentados, reclinados y acostados en las Primeras Clases de los aviones, con viáticos suculentos de los que jamás rinden cuentas.
Las excepciones, si las hay, no merecen comentario, en un país que le roba a sus habitantes con impuestos descomunales.
El pueblo paga tarifas públicas deshonestas e indecentes, y financia sin chistar el mal uso colectivo de las tarjetas corporativas de los gobernantes y de los legisladores.
La impericia, el despilfarro atroz de los dineros públicos y la corrupción han llegado a extremos inimaginables, al punto que el vicepresidente de la república anterior debió renunciar por mentiroso y por ladrón. Estuvieron omisos y desconcertados los
legisladores compañeros y no compañeros, quienes debieron haberlo expulsado del recinto legislativo y del parlamento sin más trámite.
La Vicepresidente actual, con sus desdichadas e inoportunas  declaraciones, le ha dado pie a sindicatos levantiscos, -sobre todo los docentes que han hecho del país y de la enseñanza lo que les vino en gana-, para presentarse en orden de batalla apenas se le ocurra a la coalición entrante, si es gobierno, presentar una ley de urgencia para la consideración del parlamento.
Legislatura para el olvido. Pocos, muy pocos legisladores se salvan del juicio lapidario, en tanto bajo la conducción y entusiasmo del Dr. Lacalle Pou se ha formado esta coalición multicolor, última esperanza de la ciudadanía demócrata y republicana para zafar del Foro de San Pablo y de su puesta al día por el Grupo de Puebla.
Ricardo Garzón

 

Lo que queda de Chile
Ver a los niños bien de Chile destruyendo su propio país por el alza de pasajes del metro, es lo más patético que nos ha tocado vivir en la región. Lo de Venezuela se comprende y se sabía que iba a suceder, pero lo de Chile ha sido impredecible y es incomprensible. Lo más parecido que yo he visto a las imágenes que la televisión chilena nos muestran es una película de invasión zombie. Ahora más que nunca estoy convencido de que el socialismo es una enfermedad mental. No hay otra explicación para lo que ocurre en Chile.
Las turbas salvajes de la izquierda chilena aprovechan las libertades y garantías que les ofrece la democracia para perpetrar su vandalismo, convencidos de que no les van a disparar, como sucede en Venezuela o Cuba. Para colmo, esa prensa basura que hoy parece ser el patrón de la prensa en todas partes, apoya los desmanes y cuestiona la presencia de las FF.AA. en las calles. Y como siempre, los defensores de los DD.HH. están de lado de los violentistas. Chile es hoy un mundo al revés. Es el país más próspero de la región, pero la gente protesta como si viviera en Cuba o Venezuela. Y lo peor es que esta gente admira esos modelos.
Los mismos charlatanes de siempre han vuelto a llenarse la boca con las típicas frases de cliché con que condenan lo que llaman “neoliberalismo” y “desigualdad”. Esos que ven en cada indigente de Nueva York “el fracaso del capitalismo”, alaban a la dictadura cubana, donde más de la mitad de la población vive debajo del umbral de la pobreza. Quienes dicen que las protestas en Caracas son promovidas por la CIA, hoy alaban el “despertar del pueblo chileno”. Los que callan ante la crisis humanitaria en Venezuela, apoyan las “justas demandas sociales del pueblo chileno”, que vive en la sociedad más opulenta de la región. Nadie explica cómo es que una banda de desadaptados juveniles puede ser capaz de incendiar 76 estaciones del metro de manera coordinada. ¿Quién los organiza y financia?
Me aburre oír a mequetrefes de medio pelo explicando con aires de gurú que esto se debe a las “profundas desigualdades” y a las “contradicciones del sistema” que obliga a la gente a tener una tarjeta de crédito, a comprarse el celular más caro, a endeudarse más allá de sus posibilidades, etc. Todo es culpa del sistema. Los individuos solo son inocentes víctimas de un “perverso sistema consumista”. Seguramente estarían mejor utilizando una tarjeta de racionamiento provista por el Estado para hacer colas desde la madrugada por dos tarros de leche y un kilo de azúcar al mes, como ocurre en los paraísos socialistas donde prima la igualdad social. Y es que la única manera de lograr la tan cacareada igualdad en una sociedad es empobreciendo a todos y esclavizándolos. No hay otra manera.
Lo ocurrido en Chile es un reto para las ciencias sociales. Las de verdad, no las que venden el humo de la igualdad social. Habría que recurrir a la psicología de masas y hasta a la psiquiatría cultural. Sin duda acá hay una patología cultural que ya debería ser claramente señalada. Yo lo llamaría socialismo, a secas. No hay más explicación que una patología cultural. Que haya malestar en ciertos sectores no es nada raro. ¿En qué sociedad no hay algún tipo de malestar y reclamo? Pero nada de esto explica ni justifica lo ocurrido. De alguna manera se vincula con los fenómenos políticos y sociales que vive toda la región en estos días, como una especie de renacer maldito del socialismo del siglo XXI, al que creíamos derrotado y en retirada.
En Chile pasó algo similar al Perú después de Fujimori. La izquierda gobernó la mayor parte de la era post Pinochet y se fortaleció en todos los frentes. Como en el Perú, los intelectuales usaron la condena a la dictadura para sobresalir como demócratas cabales, adoctrinando a los jóvenes en el odio a esa era y a todo lo que se heredó de Pinochet. Obviamente eso incluye a todo lo que es hoy Chile como país. El segundo gobierno de la señora Bachelet puso el freno a la economía, que dejó de crecer al ritmo que necesita Chile. Para colmo, Piñera en su segunda gestión adoptó un programa progresista, comprometiéndose de lleno con la agenda climática. Las alzas de las que tanto se quejan son producto del giro hacia energías más limpias.
Lo más penoso ha sido ver a un Piñera derrotado, agachando la cabeza ante la turba salvaje y pidiendo perdón por algo que no ha hecho, para luego anunciar una serie de medidas populistas, incluyendo la confiscación del 40% del salario de los que más ganan, una medida que sí justifica salir a protestar con pleno derecho. Piñera ha caído en el error de creer que puede negociar con la turba salvaje y con la izquierda promotora de la violencia. Después del mensaje, los violentos piden más. Quieren la cabeza de Piñera. De hecho es un golpe de Estado perpetrado por las turbas salvajes alentadas por la izquierda. No podían tolerar un modelo de éxito que era un ejemplo de la región para el mundo. Había que destruirlo todo para probar que el liberalismo no funciona. Porque la izquierda no soporta el éxito. Eso es todo.
Dante Bobadilla

 













 












 

 

 
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