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Jair Bolsonaro confirma la subasta de 12 aeropuertos
de Brasil para marzo próximo |
- El holding argentino Corporación América, del empresario Eduardo Eurnekian, se presentará a la licitación que realizará el gobierno brasileño
El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, confirmó la intención del Gobierno de privatizar 12 aeropuertos el próximo 15 de marzo, y afirmó que la medida captará unos 3.500 millones de reales (unos 945 millones de dólares) en inversiones en los terminales aeroportuarios subastados.
A través de su cuenta de Twitter, su principal plataforma de comunicación, Bolsonaro destacó que todas las subastas de esos aeropuertos se realizarán en línea con un anuncio realizado el pasado viernes por el Programa de Asociaciones de Inversiones (PPI en sus siglas en portugués), que actúa bajo el paraguas del Ministerio de Infraestructura.
"Calidad en el servicio específico, empleabilidad y economía. Estos son solamente los primeros pasos dentro de esta área!", expresó el mandatario en la red social.
Según el anuncio de la cartera de Infraestructura, la subasta de los 12 aeropuertos tendrá lugar el próximo 15 de marzo, aunque la "expectativa del Gobierno" es la de realizar un total de 23 concesiones "aún en los primeros 100 días de la gestión del presidente Bolsonaro".
Los aeropuertos serán subastados en tres bloques principales y el valor mínimo total para la concesión de los 12 terminales es de 219 millones de reales (59,12 millones de dólares), que deberán ser pagados de manera inmediata.
A lo largo de la concesión, que tendrá un plazo de 30 años, el Ministerio prevé que el valor total de otorgamiento deberá alcanzar los 2.100 millones de reales (uno 566,9 millones de dólares).
En el bloque del Noreste figuran los aeropuertos de Recife, Maceió, Aracaju, Juazeiro do Norte, Joao Pessoa y Campina Grande y el valor mínimo de otorgamiento será de 171 millones de reales (unos 46,16 millones de dólares).
En la región sureste de Brasil serán subastados los aeropuertos de Vitoria y Macaé, con un pago inicial mínimo de 47 millones de reales (12,7 millones de dólares).
Finalmente, los aeropuertos de Cuiabá, Sinop, Rondonopolis y Alta Floresta componen el bloque Centro-Oeste y el valor mínimo para la concesión inicial es de 800.000 reales (216.000 dólares).
Con la privatización de los 12 aeropuertos, el Gobierno espera recaudar unos 3.500 millones de reales (unos 945 millones de dólares), que serán revertidos en "inversiones en los terminales", según Bolsonaro.
Eurnekian dirá "presente"
Cabe destacar que el holding argentino Corporación América, del empresario Eduardo Eurnekian, se presentará a la licitación que realizará el gobierno brasileño para privatizar estos 12 aeropuertos.
Según dijeron desde la compañía a El Cronista, “Inframerica, la compañía aeroportuaria en Brasil de Corporación America Airports, está interesada en seguir invirtiendo y expandiendo sus negocios en el país”.

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“Los aeropuertos serán los polos económicos del futuro” |
El sector aeronáutico crece a una velocidad supersónica. En pocas décadas volar dejó de ser una opción para las elites, los viajes en avión se masificaron y los aeropuertos afrontan una inminente crisis de saturación. No es fácil explicar por qué se llegó a este punto y qué pasará en el futuro.
Pero Òscar Oliver aporta una cuota de claridad en su nuevo libro Avions i Aeroports – Una crónica des de dins (Editorial Gregal) en el que explica, de manera didáctica y sobre todo para los que no son expertos, los secretos del mundo de la aviación.
Oliver es el director del Centro de Estudios del Transporte para el Mediterráneo Oriental. Durante diez años participó del Comité de Desarrollo de Rutas Aéreas de Barcelona (CDRA) y fue director comercial de Aeroports de Catalunya.
Su paso por el organismo sirve de hilo conductor para mostrar la evolución del Aeropuerto de Barcelona, para analizar cómo pudo duplicar su capacidad de 27 a 50 millones de pasajeros en una década, a pesar de la marcha de Iberia en el 2005 y de la caída de Spanair en 2012.
La salida de El Prat al mundo
Oliver fue una pieza clave en la búsqueda de aerolíneas interesadas en operar en el aeródromo barcelonés, y la estrategia del comité de que funcione como un hub entre Asia y Latinoamérica es una realidad que se consolida cada año.
En su recorrido este experto también aporta una visión global del mercado aeronáutico, analizando cómo surgieron las compañías low cost, qué paso con el glamour de la aviación de los años 60 (imperdibles las fotografías de pasajeros bajando por alfombras rojas y de barceloneses tomando un café junto a la pista de El Prat) y cuál será el futuro de los aeropuertos.
El futuro de los aeropuertos
Oliver, como también detalló en su presentación en el Col.legi d'Enginyers de Camins, Canals i Ports de Catalunya, cómo los aeropuertos de ser un lugar de paso ahora se convierten en micro ciudades y complejos comerciales, donde la idea es que los pasajeros pasen el mayor tiempo posible.
“Si a fines del siglo XIX y principios del XX los polos económicos eran las estaciones de ferrocarriles, actualmente los aeropuertos son las infraestructuras que gravitarán en la economía del futuro”, detalló.
Basta ver la ciudad aeroportuaria de Guangzhou, el complejo con palacio de congresos de Shenzhen al lado de las pistas y el proyecto para ampliar las terminales de Dubái (que ya parece más un centro comercial que un aeropuerto) para saber por dónde pasa el futuro. Y Oliver aporta varias pistas para tener en claro qué espera al mundo de la aviación en los próximos años.

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Impunidad, ineptitud y corrupción
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Bajo el gobierno del Frente Amplio creció y se desarrolló de manera significativa, con perfiles firmes y ciertos de impunidad, ineptitud y corrupción, la actividad del narcotráfico en todo el territorio nacional.
A tal punto, que me pareció lo más conveniente dejar detrás un montón de años que desdeño; desempolvar la pluma, subirme a un avión, bajarme en Medellín, y volver a los años 80 y 90 para recorrer las rutas urbanas, suburbanas, campesinas y selváticas del narcotráfico.
Sus ramificaciones en los tiempos han tenido origen en el barrio Medellín Sin Tugurios, (también conocido como “Pablo Escobar”), y en multitud de asentamientos humildes y periféricos de Colombia, que constituyeron, con México, Universidad Mayor del Delito.
En el presente uruguayo, en todo el país, la figura del sicario se agranda a límites insospechados, incontenibles, como lo atestigua la persistente información periodística que ofrecen diariamente todos los medios de comunicación.
Uruguay se ha convertido en un centro docente avanzado del narcotráfico, y desde sus cárceles atestadas e inhumanas se tutela y orienta toda la actividad.
Se aprovecha la condición social del marginado para captarlo con plata fácil, en un camino sin retorno hacia el delito en sus múltiples manifestaciones.
Se trata de chicos desocupados que deambulan sin rumbo, y que por conflictos familiares, hambre y sin recursos, abandonan sus estudios y revistan fuera de la sociedad. Los menos, están en busca de trabajo; hacen filas, llenan formularios, acuden a entrevistas y exámenes, pero sólo reciben negativas.
La abrumadora y prácticamente diaria clausura de empresas en todo el país alienta el delito y la criminalidad.
Suman miles los desertores de la Educación, a la luz de que no conseguirán trabajo relacionado con sus estudios, ante los cada vez más relegados, espantosos y obsoletos programas educativos de la hora en todos los niveles de enseñanza.
Expectantes, los devotos del narcotráfico, al influjo de la memoria enaltecida de Pablo Emilio Escobar Gaviria y del Chapo Guzmán, se han entronizado con campo propicio y viento a favor en los hogares y centros de reclusión de toda la América Latina.
Han sido venerados y exaltados como el Corazón de Jesús, por empresas que multiplican las series y películas que trasmiten a toda hora a través de Internet, vía telefónica, tabletas y televisores. Los han presentado y exhibido al mundo como modernos Robin Hood, dado que los capos mayores han construido viviendas, campos de fútbol y barrios enteros con el dineral mal habido procedente de la comercialización de las drogas.
Los caseríos comunitarios de Medellín y Cali conforman ejemplo continental, al igual que las resonantes y nunca acabadas contiendas familiares del narcotráfico en barrios suburbanos de las capitales uruguayas, con precisión en las ciudades de Minas, San Carlos y Chuy, entre cientos de otras en todo el país.
Los Escobares y Orejuelas, para citar dos en miles, en la cúspide del delito y fortuna que se mide en billones de dólares, han sido requeridos para el encuentro inesperado con celebridades de la televisión y del deporte.
Han accedido a espléndidas mujeres participantes en desfiles de modelos y certámenes nacionales y mundiales de belleza. Las adolescentes, vírgenes, constituyen la frutilla del postre, el plato más apetecido de los líderes de los cárteles.
Hurgando en la pandemia, políticos, jueces, periodistas, militares, modelos y actrices de cine han sido captados por el narcotráfico, con peso formidable en los pueblos centro y sudamericanos. Las fiestas a todo trapo con las prepago, -que de la mano del capo acceden a una vida rumbosa y fastuosa-, y la importación de prostitutas de todo el mundo y al más alto nivel, completan el panorama que se reduce finalmente a dos opciones: plata o plomo.
Aquí hizo carne la corrupción, extendida con millones de dólares a la referida compra de los gobernantes, militares y jueces, incluso a nivel de las presidencias de las repúblicas, parlamentos y cortes supremas de justicia en varios países del continente americano.
Multitud de series de televisión a nivel continental interesan a millones de espectadores que se deslumbran con los lujos asiáticos de la mafia, con sus mujeres, con sus viviendas, con sus aviones, sus autos, y el romántico rol de la lámpara de Aladino que hace al descubrimiento de las caletas.
La propaganda subliminal induce al televidente a mimetizarse con el bandido, a participar de sus juergas; a desear que pueda escapar de las pinzas tendidas por las fuerzas del orden, y que en los enfrentamientos armados con la policía y ejército el resultado les sea del todo favorable.
¿Qué otra cosa ansía fervorosamente el espectador, (El Patrón del Mal) en la redada final que acaba con la vida de Pablo Escobar, que éste pueda escapar del cada vez más estrecho cerco policial y militar, incluida la guerrilla?
Son varias, pues, las películas y series de televisión que ensalzan y exaltan la figura del narcotraficante, filmadas en paraísos de vegetación inigualable y escenarios fastuosos de la Colombia profunda. Los capos quedaron prendados de las actrices, y cayeron en manos de las autoridades y mafiosos rivales por imprudencia.
Sin ir más lejos, el Chapo Guzmán, cautivado por la actriz Katty del Castillo, bajó la guardia y fue capturado por descuidado y temerario luego de su sonada fuga de un penal corrupto de “máxima seguridad” mejicano.
Popeye lo había advertido: “si toca un celular es hombre muerto”.
A vuelo de pájaro, hoy están en las redes: El Patrón del Mal, Narcos, La Reina del Sur, Dueños del Paraíso, El Cártel; Escobar (Paraíso Perdido), La Prepago; Chapo (El escape del siglo), Sin tetas sí hay paraíso, y Alias el Mejicano.
Todas estas series constituyen un himno al narcotráfico, himno que entona y canta mayormente la juventud desposeída y pobre de los barrios humildes de Latinoamérica, y que, por supuesto, abarca al Uruguay en toda su dimensión.
Esta juventud “nini” (que ni estudia ni trabaja), que abandonó sus estudios; que fue directamente afectada por la conmoción y destrucción de las estructuras educativas, hogareñas y familiares, y que tiene como modelo conseguir plata fácil, ha ido penetrando masivamente en la comercialización de marihuana, cocaína, heroína y otras sustancias destructivas.
La deserción estudiantil en sus tres niveles, pues, ha facilitado captar potenciales vendedores y consumidores de drogas. Desde aquí, el vuelo al asalto diario de comercios, bancos, cajeros, viviendas, enfrentamientos armados, rapiñas y asesinatos, demanda un solo paso.
La autoridad ha sido desbordada. La inseguridad es el estado normal de la república. Reina el caos.
Ricardo Garzón
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