La decisión gubernamental de las últimas horas, de analizar familia por familia la desgraciada aventura de los ciudadanos sirios en nuestro país, no elude que solamente un acto irresponsable por donde se lo mire, que no midió riesgos y estuvo carente de toda planificación, llevó al gobierno a darle rienda libre a la propuesta delirante –y sin ton ni son- de promover y alentar la radicación de familias sirias en el Uruguay.
Pertenecientes a una civilización milenaria que se pierde en la noche de los tiempos, exhiben en su conjunto rasgos propios y definidos que nada tienen que ver con la naturaleza e idiosincrasia precolombina, occidental y cristiana que caracteriza al habitante de América del Sur.
¡Hasta están en la Biblia!
El gobernante paupérrimo paró el reloj de la historia; se trepó al viejo tractor, y se trajo irresponsablemente unas pocas familias que huían de la guerra que asola a Siria, y que contabiliza hoy un cuarto de millón de muertos en apenas cuatro años de violencia extrema.
Según se denuncia diariamente, estos hombres declarados libres para la gilada, han sido sometidos por las circunstancias. Se les prometió, ¡bárbaros!, maravillas, villas y castillas.
La realidad exhibe una cincuentena de menesterosos engañados, vilmente engañados, porque viven al borde de la miseria, sin hablar el idioma, sin conseguir trabajo, y sin perspectivas de salir adelante en un país que estalla en precios y en impuestos.
Invitados a sentarse a la mesa, hoy deben comer las migajas que caen del plato del rico Epulón.
Abusados, viven marginados y aceptan en el campamento al aire libre montado con lona y nylon en la Plaza Independencia, la mano generosa de los vecinos de la Torre Ejecutiva que les suministran pan y leche para decenas de niños que muy lejos están de parecerse a un boy scout.
Los mayores se alimentan con chorizo el pan, en tanto el gobernante de la hora, médico, no tiene inconvenientes en autorizar que se vayan del Uruguay, con la tramposa salvedad de que primero hay que encontrar el país que los acepte. Salvoconducto, círculo vicioso, laberinto sin salida. Denigrante.
Se les aseguró un futuro posible en uno de los países más caros e inseguros del mundo. En su media lengua, apenas comprensible, un sirio repite y traducimos: "Uruguay es caro, muy caro, no se puede vivir. Todo cuesta mil pesos (34 euros traduce el diario EL MUNDO de España), zapatos mil pesos, comida mil pesos, todo mil pesos. No se puede vivir".
Así informa EL MUNDO al universo hispano europeo: "entre carpas improvisadas, maletas listas, ropa por todo el espacio, cohabitan hombres y mujeres de todas las edades.
Miran fijamente la Torre Ejecutiva, allí donde aguardan que el presidente Tabaré Vázquez les ofrezca un salvoconducto para retornar al Líbano, o a la misma Siria en problemas".
Cirio al sirio, pues, pero también una vela encendida para iluminar la noche negra del desacredtiado ocupante de la Torre Ejecutiva, y de sus abandonados a la buena de Dios en la Plaza Independencia.
Ellos prefieren volver; fueron engañados. El país promisorio quedó en las chancletas asquerosas del ex mandatario.
La carroza se transformó en zapallo al mediodía, y los briosos corceles no esperaron a la medianoche para volverse ratones.
Ricardo Garzón
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