Edición Nro. 2285 - Punta del Este / Uruguay
enfoques 11 de noviembre de 2022
 
 
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Enrique Guillermo Avogadro
Pasando la gorra
  • "Para hacer la guerra hacen falta tres cosas: dinero, dinero y más dinero. Hay guerras más baratas, pero se suelen perder". Napoleón Bonaparte
La semana que pasó fue retazo más en el manto de vergüenza que Argentina presenta ante el mundo. El primer episodio se dio cuando el individuo que se autopercibe Presidente manifestó desconocer la existencia de acuerdos entre la Comunidad Europea y el Mercosur, precisamente ante el jefe de la diplomacia comunitaria; demostró tanto la supina ignorancia que nubla el cerebro de Alberto Fernández cuanto la penosa incapacidad del librero Santiago Cafiero, su Canciller, cuyo único mérito es la pertenencia al más que reducido círculo de fieles. Es pavorosa la devastación que el kirchnerismo produjo en uno de los cuerpos más profesionalizados del Estado, el diplomático, y reconstruirlo requerirá de años de esfuerzo; en muchos países, la ideología determina políticas pero en ninguno, como sucede en el nuestro, sacrifica tantos intereses nacionales –que debieran ser permanentes- en el altar de sus imaginarios y transitorios alineamientos.
Por cierto más grave fue el que encarnó nuestro desesperado “pato rengo” visitando, con una enorme e injustificada comitiva, a Luiz Inácio Lula da Silva al minuto de que éste lograra, por escasísimo margen, vencer a Jair Bolsonaro y regresar al Palacio del Planalto, después de haber estado preso por corrupción. Si el devaluado y desprestigiado meme que sienta sus posaderas en el sillón de Rivadavia pretendió con ese gesto acumular fuerzas para su desigual batalla contra Cristina Fernández y pasar la gorra, la pólvora se le mojó cuando una legisladora de la Provincia de Misiones entregó al mandatario electo de Brasil una con el lema “CFK 2023”.
Los videos que documentaron el encuentro no dejan lugar a dudas: el desesperado argentino abrazando y acariciando reiteradamente a un Lula molesto por esas ridículas efusividades. Todo se debió, como siempre sucede aquí, al terrible ombliguismo que afecta a los argentinos; por ello, la dramática elección brasileña del pasado domingo generó, en ambos lados de la grieta criolla, preocupaciones inconducentes o falsas ilusiones.
Desde los bunkers del Instituto Patria y La Cámpora, se leyó la victoria como una reafirmación de la existencia del lawfare en la región, y un renacimiento de aquellas gastadas fotos de la Unasur; la visita del prófugo ecuatoriano Rafael Correa a Cristina y el encuentro de Alberto con Evo Morales fueron en este sentido. Y en la mente febril de Cristina Fernández se abrió camino como la posibilidad de un salvavidas financiero y una nueva y triunfal reencarnación, aún después de las inexorables condenas penales que la esperan en un futuro inmediato.
El primer error es creer que el Lula que asumirá el 1° de enero de 2023 es el mismo que lo hiciera en 2003 y gobernara hasta 2010. Con setenta y siete años y mucha experiencia y prudencia acumuladas, el actual sabe que la época de la soja a US$ 650 la tonelada es cosa del pasado y que, esta vez, no dispondrá de aquellos recursos que permitieron a Fernando Henrique Cardoso y a él mismo sacar de la pobreza a tantos de sus compatriotas.
La falta siquiera de una mención de Lula a Dilma Rousseff, que fuera su sucesora en la Presidencia y a quien el Congreso destituyó por su “contabilidad creativa” (aquí no quedaría en pie ningún mandatario, ya que todos recurren a ella), también debe analizarse por separado. Ex guerrillera y muy ideologizada, su conspicua ausencia permite entrever que tampoco se establecerán alianzas estratégicas con Nicolás Maduro, Gustavo Petro, Luis Arce, Pedro Castillo, Miguel Díaz-Canel, Daniel Ortega o Gabriel Boric, sino que regresará a Itamaraty la tradicional posición geopolítica de Brasil, o sea, relaciones con todos los países en pos de sus intereses comerciales y de desarrollo permanentes.
Es consciente, además, de los límites que tendrá su gestión, marcada por la fuerte presencia conservadora en ambas cámaras legislativas y por las concesiones que deberá hacer al antiguo PSDB, el partido de su Vicepresidente electo, Geraldo Alkmin, y a los bloques parlamentarios del “Centr?o” para lograr algunas mayorías, siempre lábiles. Y aseguro que el respaldo irrestricto y la ayuda económica que el kirchnerismo espera ahora no pasa de ser un mero espejismo voluntarista.
Desde la Argentina, un país que ha hecho trizas sus instituciones y en el que el Congreso ha sido mucho tiempo sólo una suerte de escribanía de brazos enyesados al servicio del Ejecutivo de turno, es muy difícil entender que, en Brasil, aquél se ha convertido en el poder más fuerte de la tríada y en él priman los muchos partidos de centro, que sirven como permanente fiel de la balanza. Y en la medida en que, pese a la Constitución, somos un país profundamente unitario, también es incomparable el verdadero federalismo que goza nuestro vecino; así, un elemento fundamental del análisis es la cantidad y calidad de gobernaciones estaduales que han quedado en manos del bolsonarismo, nada menos que S?o Paulo entre ellas.
Cristina Fernández, empeñada en generalizar su teoría del lawfare, disfraza la actual situación de Lula ante la Justicia de su país transformándola en un inexistente sobreseimiento definitivo de los cargos de corrupción que llevaron a su encarcelamiento. No es así; el Supremo Tribunal Federal sólo resolvió que los jueces que lo condenaron no eran competentes en razón de la jurisdicción, es decir, que volverá a enfrentar un proceso penal por las mismas acusaciones ante otros magistrados.
Finalmente, un último dato: mientras aquí galgueamos por la falta de dólares, nuestro vecino tiene US$ 350 mil millones en reservas. Y la principal razón es que el Banco Central es independiente del Ejecutivo, y su conducción está altamente profesionalizada. Realidades incomparables.



ADVERTENCIA: Los artículos periodísticos firmados son de la exclusiva responsabilidad de sus autores. La Dirección.



Juventud y tradición
Por Julio María Sanguinetti. La elección de jóvenes de hace cinco años llevó a las urnas 25.600. Aspirábamos a repetir la cifra, como un muy buen resultado, teniendo en cuenta que en esta oportunidad no hay candidaturas nacionales en juego y por lo tanto la movilización fue de los jóvenes, sin esa anticipación de la interna que suele darse. Y bien, en esta ocasión superamos los 26.500 votos, con un sistema que descarta cualquier voto doble o irregularidad y asegura la certeza del número.

Es muy importante esa organización. A lo largo de meses, la Comisión Electoral trabajó con el Ingeniero Diego Guidobono para construir un programa que permitiera seguir la elección en tiempo real. O sea que cada mesa iba informando cada votante, con su cédula de identidad y datos filiatorios. A lo largo de toda la jornada, teníamos el resultado exacto de la votación y así, al cierre había 24.421 votos, a los que hay que agregar unas mesas (unos 2.000 votos) en que los delegados no pudieron manejar adecuadamente el sistema de comunicación y su recuento será el tradicional.
Hoy termina el escrutinio que comenzó ayer con los dos departamentos del interior más votados, Salto y Rivera.
Hacemos esta narración porque es muy importante lo ocurrido. En una situación política de incertidumbre frente a las fórmulas electorales, esta demostración de brío y entusiasmo, levanta el ánimo.
Como dije en la noche, este viejo luchador de mil batallas todavía se emociona cuando ve una cola de ocho, diez muchachos, esperando para votar.
Realmente entusiasma ver esos grupos juveniles, algunos encuadrados en sublemas, otros totalmente independientes, cada uno definiendo su perfil. Es un legítimo orgullo.
¿Cuál es la explicación de este fenómeno político? La vigencia del Batllismo como ideología y del Partido Colorado como tradición. Ya sabemos que desde la dramática crisis de 2022 pagamos un injusto y exagerado precio político. Hoy todos, tirios y troyanos, reconocen la ejemplaridad del enfrentamiento a esa dramática crisis financiera que se nos introdujo en el país por la vía de los bancos vinculados a la Argentina. Desde entonces, nos ha costado el proceso de renovación, pese a proyectos interesantes que se dieron. Confiamos en que el año que viene podamos ofrecerle a la ciudadanía una fórmula política que genere la confianza y esperanza que anhelamos.
En todo caso, es importante también nuestra presencia en la coalición. Nuestra lealtad al proyecto, cuya idea lanzamos en el ya lejano mayo de 2018, reitera el valor del Partido Colorado en su vocación de gobierno. El sentido de responsabilidad propio de la historia sigue vigente y eso se acredita, día a día, en la contribución de nuestros representantes en el gobierno y en el Parlamento. Lo hicimos también en la LUC de un modo rotundamente expresivo. En Rivera, donde teníamos la mayor responsabilidad, se hizo un gran esfuerzo no solo para alcanzar la mayoría, que era obvia, sino para lograr una gran ventaja, como efectivamente ocurrió: los 34 mil votos de diferencia con el SI fueron más que la ventaja nacional, lo que transformó ese aporte en decisivo.
Esa condición de fuerza decisiva, se comprobó en esa oportunidad como ya había ocurrido en la elección nacional. Y se acreditará, en cualquier hipótesis, en la próxima. Aspiramos, como siempre, a alcanzar la mayoría, pero cualquiera sea nuestra posición, el Partido Colorado hará un aporte decisivo, imprescindible para la continuidad de una Coalición que le ha dado al país estabilidad en este mundo incierto, en que las democracias crujen ante la amenaza de los arrebatos populistas.
El Uruguay se destaca hoy por su salud democrática, su crecimiento económico y su paz social. Como siempre, esas son nuestras causas y a ellas les servimos con lo mejor de nosotros. (Nota que se comparte con Correo de los Viernes)



 



 

 
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