Edición Nro. 1901 - Punta del Este / Uruguay
enfoques 9 de enero de 2015
 
 
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Arturo Pérez-Reverte
Es la guerra santa, idiotas
Pinchos morunos y cerveza. A la sombra de la antigua muralla de Melilla, mi interlocutor -treinta años de cómplice amistad- se recuesta en la silla y sonríe, amargo. «No se dan cuenta, esos idiotas -dice-. Es una guerra, y estamos metidos en ella. Es la tercera guerra mundial, y no se dan cuenta». Mi amigo sabe de qué habla, pues desde hace mucho es soldado en esa guerra. Soldado anónimo, sin uniforme. De los que a menudo tuvieron que dormir con una pistola debajo de la almohada. «Es una guerra -insiste metiendo el bigote en la espuma de la cerveza-. Y la estamos perdiendo por nuestra estupidez. Sonriendo al enemigo».
Mientras escucho, pienso en el enemigo. Y no necesito forzar la imaginación, pues durante parte de mi vida habité ese territorio. Costumbres, métodos, manera de ejercer la violencia. Todo me es familiar. Todo se repite, como se repite la Historia desde los tiempos de los turcos, Constantinopla y las Cruzadas. Incluso desde las Termópilas. Como se repitió en aquel Irán, donde los incautos de allí y los imbéciles de aquí aplaudían la caída del Sha y la llegada del libertador Jomeini y sus ayatollás. Como se repitió en el babeo indiscriminado ante las diversas primaveras árabes, que al final -sorpresa para los idiotas profesionales- resultaron ser preludios de muy negros inviernos. Inviernos que son de esperar, por otra parte, cuando las palabras libertad y democracia, conceptos occidentales que nuestra ignorancia nos hace creer exportables en frío, por las buenas, fiadas a la bondad del corazón humano, acaban siendo administradas por curas, imanes, sacerdotes o como queramos llamarlos, fanáticos con turbante o sin él, que tarde o temprano hacen verdad de nuevo, entre sus también fanáticos feligreses, lo que escribió el barón Holbach en el siglo XVIII: «Cuando los hombres creen no temer más que a su dios, no se detienen en general ante nada».
Porque es la Yihad, idiotas. Es la guerra santa. Lo sabe mi amigo en Melilla, lo sé yo en mi pequeña parcela de experiencia personal, lo sabe el que haya estado allí. Lo sabe quien haya leído Historia, o sea capaz de encarar los periódicos y la tele con lucidez. Lo sabe quien busque en Internet los miles de vídeos y fotografías de ejecuciones, de cabezas cortadas, de críos mostrando sonrientes a los degollados por sus padres, de mujeres y niños violados por infieles al Islam, de adúlteras lapidadas -cómo callan en eso las ultrafeministas, tan sensibles para otras chorradas-, de criminales cortando cuellos en vivo mientras gritan «Alá Ajbar» y docenas de espectadores lo graban con sus putos teléfonos móviles. Lo sabe quien lea las pancartas que un niño musulmán -no en Iraq, sino en Australia- exhibe con el texto: «Degollad a quien insulte al Profeta». Lo sabe quien vea la pancarta exhibida por un joven estudiante musulmán -no en Damasco, sino en Londres- donde advierte: «Usaremos vuestra democracia para destruir vuestra democracia».
A Occidente, a Europa, le costó siglos de sufrimiento alcanzar la libertad de la que hoy goza. Poder ser adúltera sin que te lapiden, o blasfemar sin que te quemen o que te cuelguen de una grúa. Ponerte falda corta sin que te llamen puta. Gozamos las ventajas de esa lucha, ganada tras muchos combates contra nuestros propios fanatismos, en la que demasiada gente buena perdió la vida: combates que Occidente libró cuando era joven y aún tenía fe. Pero ahora los jóvenes son otros: el niño de la pancarta, el cortador de cabezas, el fanático dispuesto a llevarse por delante a treinta infieles e ir al Paraíso. En términos históricos, ellos son los nuevos bárbaros. Europa, donde nació la libertad, es vieja, demagoga y cobarde; mientras que el Islam radical es joven, valiente, y tiene hambre, desesperación, y los cojones, ellos y ellas, muy puestos en su sitio. Dar mala imagen en Youtube les importa un rábano: al contrario, es otra arma en su guerra. Trabajan con su dios en una mano y el terror en la otra, para su propia clientela. Para un Islam que podría ser pacífico y liberal, que a menudo lo desea, pero que nunca puede lograrlo del todo, atrapado en sus propias contradicciones socioteológicas. Creer que eso se soluciona negociando o mirando a otra parte, es mucho más que una inmensa gilipollez. Es un suicidio. Vean Internet, insisto, y díganme qué diablos vamos a negociar. Y con quién. Es una guerra, y no hay otra que afrontarla. Asumirla sin complejos. Porque el frente de combate no está sólo allí, al otro lado del televisor, sino también aquí. En el corazón mismo de Roma. Porque -creo que lo escribí hace tiempo, aunque igual no fui yo- es contradictorio, peligroso, y hasta imposible, disfrutar de las ventajas de ser romano y al mismo tiempo aplaudir a los bárbaros.
(Fuente: XLSEMANAL)
Javier Bonilla
La Francia pro árabe, tomó  su propia y
muy amarga medicina
Si el verdadero hombre es siempre un disidente, gustosamente soy el malo de la película! A cortar con tanta dulzura y sorpresa fingida! Más allá del protagonismo galo en 1860 en la partición de Siria y Líbano (defendiendo a los cristianos maronitas y ortodoxos masacrados por  musulmanes), París  albergó fuertes tendencias antisemitas y anti estadounidenses en los últimos 150 años.
Unas, ejemplificadas en el vergonzoso caso Dreyfuss -durante cuyo desarrollo salían miles de personas a la calle, presididas por obispos y sus comparsas gritando “muerte a los judíos” , y a veces matando alguno- o en la II Guerra, los campos de concentración de Struthof-Natzweiler o Drancy y el colaboracionismo, tan oculto como real…
Otras, representando el anti liberalismo y el complejo de inferioridad, además de la ingratitud francesa frente a unos Estados Unidos que salvaron a Europa y al mundo dos veces en menos de 40 años, y que, si de ellos dependía, no se hubiera firmado el ominoso acuerdo de Versalles, generador de la II Guerra…
En tal contexto, uniendo ambos postulados, una suicida postura pro árabe creció  en los últimos 50 años. Desde De Gaulle  hasta la estrella del gabinete de Chirac, Dominique de Villepin, últimamente de gira en Irán para limpiarle la imagen, pasando por el pro palestino  canciller de Giscard, Michel Jobert  o por el de Miterrand, Roland Dumas, justificando la piratería aérea para “golpear a la indiferencia internacional”, los grupos islámicos radicales agarraron viento en la camiseta. Con Chirac, frecuentemente predicando contra los “anglosajones”, y aconsejando a Arafat no firmar la paz en Camp David, casi se llegó al súmmun de las pretensiones del Quai D” Orsay de ser la “potencia alternativa”, algo imposible para Francia desde hace 100 años…
Si bien el sentido común y occidentalismo de Sarkozy frenó estos delirios y hasta prohibió el velo, la llegada de Holland al poder, apenas asumido ordenando la alimentación Halal en la administración pública y otros gestos pro islámicos, fueron una vuelta al camino equivocado, creyendo que esta gente interpretaría estos gestos, como una actitud conciliadora y no como una simple capitulación, al igual que nuestros terroristas vernáculos muerden las manos tendidas…
Jean-Marc Ayrault, su premier en 2012 siguió abriendo espacio para los árabes y hasta la intervención en Mali, creció aún más la influencia de estos, hasta en la semántica de los medios oficiales, que dejaban de tratar de terroristas o extremistas a quienes sí lo eran, y volvían al cínico “activistas” o “militantes”…
Y, como siempre, sobran en París los “intelectuales” y relativistas culturales, apoyando o minimizando las posturas pro musulmanas, a las que suelen ver con una fascinación casi afeminada, casi como algunos uruguayos (que nos importan a los indeseables de Guantánamo o lo festejan…), digamos de paso…
En tal contexto, no es raro que 12 periodistas hayan sido masacrados por los terroristas. Lo extraño es que aún no hayan volado la Torre Eifell, la Opera o el Arco de Triunfo…
Jorge Azar Gómez - Ex representante de Uruguay ante ONU
Intendente, con espías, pierde cuadros y casas

El día 31 de julio del 2012, hace mas de dos años y medio, la sección “ECOS” de “EL PAÍS” publicaba bajo el titulo: “Gestión departamental, Basura en Montevideo”, un artículo de mi autoría, sobre la nefasta gestión de la intendente comunista de Montevideo.
En dicho artículo, desafié a la intendente comunista a que haga público el inventario de inmuebles de la intendencia, en estos términos: “además de esta inoperancia intelectual y de gestión, la administración comunista de Montevideo carga en sus mochilas cientos de observaciones marcadas por el Tribunal de Cuentas por gastos inapropiados, licitaciones digitadas, compras hechas fuera de las normas".
"Seguramente a la intendente le resultará `fétido` rendir cuentas del inventario de inmuebles que tiene la Intendencia, por quienes están habitados y porqué razón".
 En la edición del jueves 13 de setiembre del 2012, hace casi dos años y medio, en el diario “EL PAIS” encuentro la respuesta a mi desafío, del cual, lamentablemente para los intereses de la población montevideana, salí airoso y le gané la triste batalla a la intendente comunista.
Publicaba “EL PAÍS” hace casi dos años y medio : LA INTENDENCIA NO SABE LO QUE TIENE.
Propiedades municipales. No se pueden cuantificar por la multiplicidad de registros existentes. En ocasiones se identifican "accidentalmente", tras denuncias judiciales o de los vecinos.
La Intendencia tiene miles de bienes en Montevideo. En general, la población no sabe qué inmuebles como la casa presidencial de Suárez y Reyes le pertenecen a la IMM. La propia comuna incluso desconoce la cuantía de su patrimonio.
La comuna montevideana tiene un conjunto de bienes que usufructúan terceros "sin fines de lucro", como por ejemplo plazas de deportes, estadios y algunos clubes deportivos.
Un tercer conjunto de bienes está a la orden de los servicios de la Intendencia, como el Palacio Municipal, los cantones, CCZ y Municipios. Y un cuarto universo refiere a realineaciones, predios expropiados o que se recibieron por donación, junto con una importante cantidad de inmuebles.
En este cuarto grupo, el más dispar, es donde existe la mayor cantidad de incógnitas, en ocasiones la IMM se entera que es propietaria de determinados inmuebles cuando en ellos ocurre algún problema con la Justicia, como una ocupación.
El análisis de los títulos revela que el conjunto de bienes municipales puede ser mucho mayor. "Tenemos problemas de titulación o -más que nada- de identificación. Ustedes saben que los predios de la ciudad no siempre estuvieron empadronados", explican en la intendencia .
Hace pocos días, directores de la intendencia señalaron ante la Comisión de Presupuesto de la Junta que "separar la paja del trigo es nuestro trabajo y no es sencillo. No puedo darles un número, porque esto es muy complicado, cada día se complica más. Cuando nosotros empezamos, pensamos que el universo era de 6.000 (inmuebles), y ahora estamos en 12.000 seguro".
Nunca pensé recibir una respuesta tan irresponsable y contundentemente infame. Llama la atención el desprecio con que se manejan los bienes del Estado en la Intendencia de Montevideo.
No saben cuantas propiedades tienen, y menos quien las ocupa y porqué motivo.
Desaparecen valiosos cuadros del despacho de la intendente y los mismos no han sido localizados; esperamos que se localicen los originales y no burdas copias.
Ha pasado mas de dos años y medio y nada se sabe de las 12.000 propiedades "no inventariadas" por la intendenta comunista, ni de los cuadros y obras de arte que desaparecieron delante de sus ojos.
¿Puede la Justicia actuar de oficio, ante este perverso desorden administrativo y el mal manejo de la cosa pública, ordenando a la intendente comunista a que haga una rápida rendición de cuentas del inventario de inmuebles y valores históricos de la Intendencia de Montevideo?
Un director de la intendencia, explicó el sistema de espionaje de la intendente comunista: "Probablemente, en la Escribanía de Hacienda y Gobierno, donde está el Protocolo del Estado, haya más bienes de la Intendencia registrados, cuando el mundo era otro. Tendremos que meter algún espía también ahí, como estamos metiendo por todos lados para encontrar cosas", señaló un director de la Intendencia.
Como ciudadanos, nuestra función es conocer la información pública de lo que nos pertenece, y los jerarcas públicos tiene la obligación del buen manejo de la cosa pública. En caso contrario rendir cuenta ante la Justicia.
Luego de pasados más de dos años y medio, esperamos la respuesta de la Justicia y de la Intendencia.




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