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TURBINAS ARGENTINAS - ENFOQUES COMPARTIDOS
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Enrique Guillermo Avogadro |
Carrozas de fuego |
- "Leyes hay, lo que falta es Justicia".
Ernesto Mallo
El innegable éxito que ha tenido la reunión del G-20, traducido en la presencia de tantos líderes mundiales, en la eficacia de la organización y, sobre todo, en la tranquilidad con que pudo desarrollarse -en marcado contraste con lo que sucediera en Hamburgo, en Seattle y en tantas otras ciudades en las que la violencia de los grupos anti-globalización desataron verdaderos infiernos- trajo a mi memoria una frase de Leopoldo Lugones: "Temple moral debía tener el pueblo que mandaba el general Rosas cuando fue capaz de producir Caseros".
Lo único negativo fue que el protocolo nacional, como siempre, haya llevado a mandatarios extranjeros, muchos de los cuales han soportado atentados en sus propios países, a tirar flores al río en memoria de los asesinos; me sigo preguntando si Mauricio Macri, al visitarlos, también homenajea a los terroristas de Londres, de Madrid, de Niza o de Nueva York.
Al gobierno de un país tan poco influyente como el nuestro no se le podía pedir más resultados de la cumbre, aunque fungiera de anfitrión, por la marcada crisis del multilateralismo que, tan bien descripta por Andrés Cisneros en Infobae, resulta determinante. Las posiciones de Donald Tramp contra China, de Vladimir Putin en Crimea y los problemas internos de Theresa May, Emmanuel Macron, Angela Merkel y Mohamed bin Salman, a lo cual debe sumarse el inminente fin de los mandatos de Enrique Peña Nieto y Michel Temer, auguraban un flaco resultado concreto de la reunión. Mañana lo confirmaremos, por la falta de un compromiso por el calentamiento global.
La semana próxima someterá a la Corte Suprema de Justicia a una prueba de fuego, puesto que ha fijado para el martes la decisión sobre la inconstitucionalidad de la Ley 27.362, con la cual el H° Aguantadero pretende seguir violando los derechos humanos de los militares que derrotaron al terrorismo después del fallo "Muiña", que determinó una reducción en la pena de uno de ellos por aplicación del cómputo de dos días por cada uno pasado en prisión preventiva, o sea, el famoso "2x1".
Uno de los principios rectores del derecho penal establece que siempre se debe aplicar la ley más benigna al reo, y eso fue lo que hizo la Corte entonces; la izquierda, siempre comprometida y masivamente presente, salió a la calle para acobardar a nuestros valientes legisladores, que no tuvieron mejor idea que "interpretar retroactivamente" la ley vigente.
Pero eso no es nada nuevo, porque a los mismos militares que aún no han tenido el gesto de morirse y dejar de ser un problema, no se les reconoce ninguno de los derechos humanos que sí se reclaman para los asesinos de los '70s, ni siquiera el límite máximo a la prisión preventiva, violado en la mayoría de los casos.
La Constitución Nacional, en su artículo 18, establece que "ningún habitante de la Nación puede ser penado sin juicio previo fundado en ley anterior al hecho del proceso". Ese texto refleja un principio que rige en todo el andamiaje legal de Occidente, a punto tal que se repite en la Convención Americana sobre Derechos Humanos y en el Estatuto de Roma, bajo el cual fue creada la Corte Penal Internacional, con sede en La Haya.
Ello significa, lisa y llanamente, que nadie puede ser juzgado criminalmente por hechos que no se definían como delito a la fecha de su comisión. Para que se entienda mejor, usted sale hoy con un saco blanco y, días después, se pena con cárcel el uso de esa prenda; acto seguido, usted es detenido y sometido a juicio por esa razón. Eso es, precisamente, lo que aquí se sigue haciendo.
El Congreso había sancionado, durante la presidencia de Raúl Alfonsín, las leyes llamadas de "obediencia debida" y de "punto final". El objetivo de las mismas era cerrar las heridas que habían quedado en la sociedad, y limitar el juzgamiento por los excesos en la represión a los comandantes que integraron la Junta militar en sus sucesivas conformaciones. Luego, Carlos Menem, indultó a quienes habían sido condenados, incluyendo en esa medida a los líderes de las organizaciones terroristas que estaban en la cárcel, comenzando por Mario Firmenich, jefe de Montoneros.
Los períodos de Fernando de la Rúa y de Eduardo Duhalde no produjeron novedades en la materia pero, al llegar Néstor Kirchner a la Casa Rosada en 2003, se disfrazó de progresista y consiguió transformar al Congreso en una mera escribanía, apoyado por la mayoritaria bancada peronista que, para ello, olvidó las diferencias y se encolumnó, como siempre hace, detrás del nuevo jefe. Acto seguido, fueron derogadas las leyes de Alfonsín y los indultos de Menem, en este caso sólo para los militares.
A partir de entonces, se generaron la infinidad de juicios que aún continúan, realizados por jueces "especiales" que retroactivamente aplicaron la ley penal común para juzgar actos cometidos bajo el derogado Código de Justicia Militar, olvidando que nadie puede ser juzgado dos veces por los mismos hechos, con falsos testimonios "construidos colectivamente", ignorancia de las claras pruebas exculpatorias, etc.
Espero, en concordancia con la declaración de la Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales, que la Corte actúe nuevamente conforme a derecho e ignore la reacción de quienes sólo buscan perpetuar el negocio monstruoso montado alrededor de unos derechos humanos tuertos, como sucede con el reciente caso Maldonado, que tanto dinero nos ha costado. |
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Imprudentes y algo más
Lo que anticipamos ocurrió. Bolsonaro le hizo tres cuartas de narices a Uruguay; lo pasó por encima, y lo peor, represalia comercial, está por venir.
No se precisa ser un lince para advertirlo.
Parafraseando al Presidente Vázquez, "debió haberlos sacado del forro".
¡Qué imprudentes! ¡Por Dios!
¿A quién se le ocurre, a horas antes de elecciones, despotricar contra el candidato? ¿Meterse en los asuntos internos de Brasil, socio comercial por excelencia?
Lean, si les parece, lo que escribimos el pasado 12 de octubre, que transcribimos, textual, sin formular ningún otro comentario:
“Con el Ministro de Relaciones Exteriores (Nin Novoa) ido de mambo, desmedido y desubicado, llega tarde la disposición presidencial a su equipo de gobierno de mantener cautela, y no inmiscuirse en los asuntos internos de Brasil.
No le debe haber hecho ninguna gracia a Bolsonaro que el Canciller del Uruguay, imprudente a carta cabal, haya lanzado al mundo, urbi et orbi, un día antes de las elecciones brasileñas: “esperemos que las encuestadoras le erren como les han venido errando históricamente”, refiriéndose en concreto a los sondeos que pronosticaban que Bolsonaro sería el candidato más votado.
No conformes, nada menos que la Vicepresidente de la República, (Lucía Topolansky) calificó de “desgracia” la votación de Bolsonaro, y que el resultado es casi un retorno a lo dictatorial”.
Amplió: “…tendría que movilizarse el 20% de las personas que se abstuvieron, que son 30 millones de votos… Es una desgracia el resultado”.
A galope tendido, consideró que Bolsonaro es parte del problema en el que estuvo inmerso Brasil en los últimos años, y aseguró que el candidato no valora el sistema democrático…”
La Ministra de Educación y Cultura, siempre inoportuna, depuso una chicana política señalando, sin nombrar a nadie, que en las futuras elecciones uruguayas puede haber un Bolsonaro…
La Ministra de Turismo, Liliam Kechichian, vomitó en las redes: “Tremendo Brasil!!! Me duele!!! Lo que sucede cuando la política deja de ser limpia y trasparente y cuando la ética se mancha. Viene lo peor disfrazado de antisistema. Ahora tres semanas para defender la democracia y la libertad”, lanzó.
¿Cuál democracia, ministra. Con “C” o con “K”? Son diferentes, ¿sabe?
¿Y a qué le llama libertad? ¿Al populismo? En rigor, este ismo constituye un impedimento al desarrollo generacional de las sociedades. Es el riñón enfermo y condenado de un movimiento nacido en 1990, Foro de San Pablo, fundado por el Partido de los Trabajadores de Brasil (Lula) y Fidel Castro, y constituido para reunir, solapado y travestido en las cúpulas, al zurdaje latinoamericano para hacerse del poder político en América Central y del Sur.
Con Hugo Chávez en Venezuela se constituyó el primer gobierno de izquierda en América Latina, y primer gobierno de un partido miembro del Foro de San Pablo, a imagen, semejanza y doctrina de la desaparecida Unión Soviética.
A rueda siguieron Lula y Tabaré Vázquez, entre otros, -mentiroso contumaz el “oriental”-, dividido en dos el Uruguay por la gracia frenteamplista de profundizar la grieta orientada firmemente a separar a los “buenos de los malos”.
A cada cerdo le llega su San Martín, y hoy el Uruguay ha quedado en el medio de dos países que pretenden devolverle la gobernabilidad y la democracia representativa a un continente que se emborrachó con los espejitos de colores y la corrupción más desenfrenada que se haya visto desde el Río Bravo hasta la Patagonia argentina.
Funcionarios del gobierno, acicateados por los dichos irresponsables de un Canciller ligero en lenguas, se animaron sin medir consecuencias, -que por cierto las habrá-, a inmiscuirse en los asuntos internos del Brasil. Se han entremetido porque sí; meteretes a los que nadie llamó, verdaderos chusmetas.
Es grave e irreparable, todo un atrevimiento, que la Vicepresidente del Uruguay califique de “desgracia” la votación de Bolsonaro. Es una irreverencia, una insensatez, una insolencia que no tiene antecedentes en la historia política y diplomática del país.
Si Bolsonaro accede a la Presidencia de Brasil, el Ministro Nin va a tener que ir a la asunción del mando, exponiendo al país a un desaire monumental como directa consecuencia de sus dichos. Y quizás asista también el Presidente Vázquez, (dijo que iba), otro potencial candidato al desdén y menosprecio, armado en abrazos de cinismo.
La corrupción de los gobernantes brasileños, con Lula y Dilma Rousseff a la cabeza, pegó mortalmente al PT. Depravación política, económica y moral que obligó al ciudadano brasileño a votar masivamente contra el sistema.
Bien se aplica y a lo más: “aquellos polvos trajeron estos lodos”.
Ricardo Garzón
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