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Jorge Azar Gómez - Ex representante de Uruguay ante ONU. |
"Abrir las cabezas" |
REUNIÓN VÁZQUEZ - OBAMA
La prensa nos informa que el presidente de la República, Tabaré Vázquez, participará en un debate de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y se reunirá con el mandatario estadounidense Barack Obama en cumbre de Misiones de Paz.
Me permito indicar al presidente Tabaré Vázquez, que cabe compartir su intención de “abrir las cabezas” para ubicar a Uruguay en el mundo exportador, y de esa manera integrarnos a una corriente de negocios. No obstante, debe saber el Presidente Vázquez, que esa corriente no la vamos a encontrar en el MERCOSUR, que sí la vamos a poder encontrar en un Acuerdo de Libre Comercio con Estados Unidos y con los demás países que le aseguren a Uruguay una permanente colocación de sus productos.
Pienso que el país, en un mundo tan cambiante y tan competitivo, no puede estar limitado por el programa de un partido político, por más que le pese al partido de gobierno, y si es así creo que por el bien del País se debería proceder a relevar a quienes no quieran “abrir sus cabezas”. Está en manos del señor Presidente que el País avance con gente abierta a las nuevas circunstancias.
Esto no es tarea de un partido político ni de su programa de gobierno, es un tema de todos los uruguayos militen donde militen, y sus ideas y profesionalismo deben ser aceptados y respetados por el gobierno de turno.
Hace bastante tiempo, quien esto escribe publicó el artículo: "En busca de los mercados perdidos", el cual cobra vigencia con la reunión entre Obama y Vázquez. En dicho artículo se efectuaba un análisis de las posibilidades de exportación de Uruguay a mercados diferentes al MERCOSUR, así como a mercados no tradicionales como podían ser ONU, a efectos de abastecer sus campos de refugiados y las Fuerzas de Paz instaladas en diversos puntos, como también, se sugirió proponer al gobierno de los Estados Unidos la compra de productos uruguayos (raciones, agua, frazadas, etc.) para sus tropas instaladas en diversos países. Quienes conocemos tanto ONU, como la necesidad de un lobby permanente en Estados Unidos, sabemos que dando los pasos acertados, estos dos poderosos mercados se pueden abrir.
Vázquez debe plantear a Obama estas dos posibilidades, o sea, su apoyo para lograr abastecer tanto las Fuerzas de Paz como los campos de refugiados de ONU, e igualmente a las tropas de EEUU instaladas en diversas partes del planeta.
Esto nos permitiría exportar productos con más valor agregado permitiendo una mayor utilización de mano de obra uruguaya.
Analizando, esta reunión con el presidente Obama, nos damos cuenta que estamos ausentes del mercado internacional y el resultado es que hoy tenemos que dar respuesta eficaz a dos preguntas correlacionadas: ¿somos competitivos? ¿tenemos una estructura de venta en el exterior acorde a nuestras necesidades inmediatas?
Aún nos falta mucho para ser competitivos. La estructura en el exterior la tenemos, son nuestras Embajadas y sus funcionarios, pero no la supimos explotar o se tuvo temor de innovar y establecer un sistema de incentivos para ellos, creando una red de promoción y venta de los productos "made in Uruguay" sin precedentes.
Es así, se deben tomar TODAS nuestras Embajadas como centros de promoción y venta de nuestros productos, incentivando a TODOS sus funcionarios con un porcentaje (a establecer) sobre el total de las ventas que cada Embajada concrete, distribuyendo luego entre sus funcionarios las ganancias.
Lógicamente este sistema deberá concretarse en base a la seriedad, a la formación, al incentivo para los mejores y a la sanción para el que no cumpla. No se puede construir sobre la debilidad. Al dejar librado todo a las reglas del mercado, que se arreglen por si solas, el Estado estuvo ausente en la definición de una política de comercio exterior.
Lo que pasa es que cuando hay problemas nuestra diplomacia debe actuar; cuando surgen dificultades se mira a la falta de previsión del estado sobre los tiempos cíclicos en que los problemas aparecen.
La imagen comercial de nuestro país en el exterior es baja, el marketing de nuestro país es inexistente. El sistema de promoción internacional de Uruguay, en el mejor de los casos es ineficiente. Y tenemos poco trabajo de inteligencia internacional.
Y sobre todo, en el funcionamiento de la economía, exportemos con más valor agregado. Eso significará más trabajo uruguayo y permitirá aliviar nuestra alta tasa de ingreso, concentración en productos primarios y salir adelante. Con eso se cumplirá el deseo del Señor Presidente de que sus diferentes equipos “abran las cabezas”.
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Ego Correa Luna |
De las Revoluciones |
Tiempo de lanzas y ponchos blancos, que escribieron una historia épica, que, con toda la tragedia que esto trae aparejado, se trasmitió por generaciones a los descendientes de aquellos valientes, que como Chiquito Saravia, dejaron su vida en una carga a lanza seca, para defender ideales que, finalmente, permitieron terminar de dar forma a esta patria, que hoy disfrutamos los orientales.
Y a mí, esa tradición me llegó en los relatos de mi madre, cuyo padre llegó a pelear en la revolución de 1904, pero que su abuelo, aparte de entregar todos sus bienes por la causa, fue un famoso lancero de Aparicio, que integró su Estado Mayor como Coronel en 1897.
Y es de esta revolución, que le sentí contar un episodio de los que sólo gente de aquella época podía protagonizar.
Mi bisabuelo, el Coronel Don Orgaz y Pampillón, al mando de una tropa nacionalista, se topa con tropas coloradas al mando del Coronel Gil Aguirre, lancero de no menos prestigio que aquél.
Cuando la batalla por la posición era inminente, los dos jefes, a fin de evitar, lo que seguramente sería un gran derramamiento de sangre, deciden batirse en un duelo personal a lanza.
Según cuentan, en la primer arremetida, ambos se lancearon y cayeron de sus caballos, volviendo de inmediato a montar, pero en cabalgaduras cambiadas.
El combate prosiguió hasta que ambos fueron retirados bastante malheridos, llevándose cada uno el caballo del otro.
Lo bueno de esta historia, es que pese a sus heridas, los dos lograron sobrevivir y luego, también haciendo gala de una caballerosidad de otros tiempos, se mandaron sus respectivos caballos, quedando inmortalizado este combate en una de las postales de Castells Capurro, donde puede identificarse claramente el caballo de Gil Aguirre, por su montura con una piel de leopardo, que el famoso pintor detallara fielmente. |
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Alberto Medina Méndez |
Condenados a la ayuda social |
En tiempos de crisis, esta sociedad legitimó el nacimiento de una secuencia interminable de planes sociales. Las circunstancias angustiantes de ese momento hicieron creer a todos que solo el Estado podría canalizar la asistencia a los más necesitados. A pesar de lo refutable de esa afirmación, la comunidad aún desconfía de la gente y piensa que el gobierno puede ser eficiente en ese rol, aunque ya demostró reiteradamente su impericia.
Lo cierto es que el "virus" de la ayuda social, penetró en el sistema como un implacable veredicto. Muchos sostenían que la coyuntura ameritaba esa acción y soñaban, ingenuamente, con que esta medida sería transitoria. No tomaron nota de que acababan de engendrar un instrumento brutal que a la política le resolvería su tarea electoral durante una larga temporada.
Un beneficiario de un plan social, es un voto casi cautivo, alguien a quien se puede amenazar con quitarle ese discrecional apoyo. Intuitivamente, el que recibe esa limosna cree que dispondrá de ella mientras gobiernen los que están, y que cualquiera que los suceda puede arrebatársela. Claro que tiene razón. No existe motivo alguno para suponer que semejante despropósito deba ser eterno, por lo que la continuidad se constituye en una virtud.
Ese amparo fue útil en situaciones difíciles, aun sirve en el corto plazo y además se lo recibe sin necesidad de una contraprestación. Aparentemente, no existe mejor dinero que el que se obtiene sin esfuerzo. El que lo percibe sabe que eso es irracional y por eso teme por su interrupción.
Es importante identificar a los actores que protagonizan esta historia. Por un lado están los que otorgan estos favores a cambio de nada. Se trata de la clase política, esa que sin escrúpulos, quita recursos a unos para dárselos a otros, y sin pudor, justifica ese saqueo escudado en una suerte de sensibilidad, que claramente no tiene, pero de la que se ufana.
Es evidente la inmoralidad de esa casta corporativa que sigue utilizando con descaro una herramienta tan confiscatoria como arbitraria. Lo hacen para lograr popularidad, acompañamiento electoral y someter a los votantes aplicando el más cruel de los instrumentos a los que se puede apelar para conseguir respaldo en los comicios. Los dirigentes políticos que sostienen este perverso engranaje no merecen respeto alguno.
Lo que realmente sorprende es la existencia de un sector de la sociedad, significativo en número, que es el de los saqueados, ese que trabaja sin descanso, ese que aporta los recursos para que semejante dislate se pueda concretar y que, paradójicamente, apoya la vigencia de este mecanismo.
No lo hace con convicción, sino con una hipocresía difícil de comprender. En público dice entender la necesidad de este tipo de programas sociales, pero en privado despotrica contra su esencia. Sin lugar a dudas, esa actitud no solo es absolutamente incorrecta, sino que además es tremendamente funcional a la continuidad indefinida de este desmadre.
Pero lo paradójico proviene de quienes son supuestamente beneficiados por este sistema de distribución. Ellos reciben dinero solo por ser pobres. Tener inconvenientes o necesidades insatisfechas, los ha convertido en destinatarios naturales de esos fondos que previamente han sido detraídos de los que lo han generado genuinamente con sacrificio.
Lo que ese grupo no percibe, es que esta ventaja presunta se ha convertido en una verdadera cárcel. Un individuo que no hace sacrificio alguno por conseguir su sustento, se convertirá irremediablemente en un parásito, en una persona indigna, en alguien que solo merece ser auxiliado.
Eso equivale a decir que no se puede valer por sí mismo, que no sirve para nada, que es un absoluto inútil, y es esa la más contundente condena a la que ha sido empujado, hacia ese abismo de invalidez total.
El cree que lo han ayudado, puede pensar inclusive que es un privilegiado. Después de todo, sin esfuerzo alguno recibe recursos. Parece una ecuación muy favorable, pero su castigo es superior a lo que puede percibir. Desde ahora será estigmatizado y difícilmente saldrá indemne de ese proceso.
Una parte importante de la sociedad lo identificará como una lacra social, como un individuo que no produce y que vive a expensas de los otros. Su dignidad como persona no tiene valor alguno para los demás.
Pero no es eso lo más grave, sino lo que terminará sintiendo por sí mismo. Lejos de sentirse un pícaro ganador de este tiempo, pronto tomará nota de que se ha invalidado, que no es útil para producir nada, que es incapaz de generar recursos, que nadie le ofrecerá trabajo porque ya no tiene ninguna habilidad que mostrar, y que es su peor versión como individuo.
La perversidad de este sistema no solo descansa en la crueldad de la clase política que la sostiene para preservar ese clientelismo electoral que tanto le reditúa. También perdura en el tiempo gracias a la incomprensible complicidad de una sociedad que con su silencio y pasividad no repudia como debiera esta aberración cotidiana.
A no dudarlo, las personas a las que se ha pretendido socorrer, son las principales perjudicadas. Tal vez aun no lo comprendan, pero han quedado fuera de todo circuito virtuoso gracias a estas absurdas políticas. Serán pobres de por vida. Nunca podrán siquiera soñar con un destino diferente. Porque de la pobreza se sale trabajando, con sacrificio, con méritos propios, con esfuerzo y no con dádivas. Ellos han sido condenados a la ayuda social.
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