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| Charrúas, su masacre |
- La propuesta de la candidata del Frente Amplio a la Intendencia de Montevideo, Virginia Cardozo, en el sentido de modificar el nomenclator y sustituir el nombre de la avenida General Rivera por Salsipuedes en recordatorio del exterminio de la raza charrúa, generó una polémica con el expresidente de la República, Julio María Sanguinetti, quien en reiteradas oportunidades justificó la extinción de los indígenas, así como la desaparición de su cultura y modo de vida.
- En lo personal, descalzo, ya ligero de equipaje, vuelvo a mi pasado laboral como Ayudante Adscripto de Historia Nacional, con ánimo de aportar que el recientemente finalizado mes de abril, fatídico en la historia de nuestros sucesos, trae al tapete que es el mes de la conmemoración de los 184 años de la matanza de Salsipuedes, el exterminio charrúa.
- “Sorprendida y destruida el 11 del corriente la horda salvaje de charrúas, esta indómita tribu ha pagado caramente sus antiguos y recientes crímenes, quedando muertos en el campo la mayor parte, y el resto, con sus familias y ganados en poder de la división de operaciones”. (Fructuoso Rivera, 15 de abril de 1831).
De acuerdo con el diario “El Defensor de la Independencia Americana” y testimonios de militares, charrúas e historiadores, esta encerrona fue resultado de una estratagema del Presidente Rivera, que facilitó que la tropa avanzara sobre los indios desmontados, quienes no tuvieron la menor oportunidad de defenderse.
La hecatombe de Salsipuedes pudo llevarse a cabo, entonces, merced a la artimaña que confundió a un millar de indios, convidados por los emisarios de Rivera a reanudar la guerra contra el Brasil, guerra popular entre ellos y que ya habían hecho antes bajo las órdenes de distintos jefes orientales, el primero de ellos Artigas.
Rivera, a cambio de la ayuda indígena en la supuesta campaña militar, les ofrecía los campos fiscales situados entre el Arapey Grande y Chico, convocando a los caciques que aceptaran el convite a estar con toda su gente, el día viernes 8 de abril de 1831, en las Puntas del Queguay, en la Boca del Tigre o Potrero de Salsipuedes.
El diario oribista comenta que los charrúas se concentran, y que los caciques Perú, Rondó y Brown van a hablar con Rivera, de quien reciben buenas palabras y presentes.
Instalan sus toldos en las costas del Salsipuedes, "mientras Rivera, al tanto de sus movimientos, transporta sus tropas a las proximidades".
"Los caciques celebran un consejo. Uno de ellos, Polidoro, expone sus sospechas respecto a Rivera, protector de los enemigos guaraníes, y los riesgos de ponerse a su disposición. No es seguido y de rabia parte con su toldería al Cerro del Pintado. En vano dos emisarios de Rivera se esfuerzan por hacerlo volver. Su perspicaz desconfianza o las sombrías predicciones de su adivino, lo instan a alejarse aún más".
El ataque comenzó a las cinco y cuarto de la tarde del día lunes 11 de abril. Mientras el grueso de los charrúas hace pastar sus caballos en la barra del arroyo Tia Tucura, aparece el ejército, rodea en semicírculo a los aborígenes, y ataca lanza en ristre a los indios desmontados.
El aniquilamiento seguiría luego con las indias y sus hijos pequeños, también muertos a lanzazos.
La masacre termina, mientras el General Rivera contempla, según cronistas de época, los cadáveres amontonados. Recibe entonces las felicitaciones del General argentino, Juan Lavalle, quien lo acompaña.
Persiguiendo algunos fugitivos, cae atravesado por un lanzazo en el corazón Maximiliano Obes, único hijo de José Lucas Obes, a quien le atribuyen la inspiración del exterminio.
Bernabé Rivera, sobrino del Presidente, organiza la liquidación final de la toldería del cacique Venado. Trece indios son muertos en la estancia del viejo Bonifacio, en el Alto Queguay.
Falta aún alcanzar a Polidoro. Bernabé lo encuentra en junio de 1832.
La toldería del cacique contaba con treinta y cuatro guerreros, pero los mejores habían salido días antes a cazar al Cuareim. Los dieciseis adolescentes y ancianos, quienes habían permanecido en el campamento, se despliegan para proteger la huida de mujeres y niños.
Después de algunas leguas son alcanzados. En ese instante, los charrúas de la guardia vieja dan media vuelta y atacan a sus perseguidores, quienes huyen como pueden con sus caballos cansados.
Quince soldados son acribillados a lanza. El caballo de Bernabé Rivera tropieza y cae.
Narra el militar e historiador, Coronel Antonio Díaz (hijo) que “Rivera tuvo la suerte de salir corriendo, y cuando el sargento Gabiano le arrimaba su caballo para que saltase a su grupa, se le pusieron encima los bárbaros, exclamando a gritos: “¡Bernabé! ¡Bernabé!”, y empezaron a matarlo a lanzadas y golpes de bola. Más adelante había echado pie a tierra el comandante Bazán y vendía cara su vida, pero sucumbió al número, así como el alférez Viera, y nueve soldados, que también fueron muertos aisladamente y sin cuartel”.
“Mientras mataban los indios a Rivera, gritaban en medio de una algazara horrible: ¡Queguay!¡Queguay”,¡Indios hermanos muertos! ¡Cacique Vencel! ¡Matando amigos!”
“Los charrúas venían mandados por el cacique Sepé y un indio llamado Bernabé, que había criado como hijo el mismo coronel Rivera, y de quien recibió este desgraciado jefe, el primer golpe de bola en la cabeza...”
Ricardo Garzón |
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