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Los que estamos afuera, o trabajamos o estudiamos (a veces ambas cosas) y, cuando nos es difícil, luchamos denodadamente por conseguirlo. ¿Hay una maldita razón para que los presos (yo no uso la tonta expresión victimista "privados de libertad") tengan la absurda potestad de no hacerlo? ¿Tienen acaso la absurda potestad de negarse para fabricar cortes, escabio, traficar drogas o cranear delitos, cuando no, destrozar algún establecimiento... que volvemos a arreglar gastando fortunas!?
Si algo puso en evidencia la muy exitosa requisa del miércoles -tras más de 15 años de evitarlas...- es la profusión de delitos, contravenciones y faltas que se cometen en nuestros institutos penales, a la vista de los pocos policías, que, desprotegidos material y jurídicamente, intentan decir que controlan este universo incontrolable, verdaderas escuelas de delito y formidable caldo de cultivo de nuevos y más feroces clanes delictivos, de próximas rebeliones salvajes, similares a las barbaries tropicales, semilleros de todo tipo de enfermedades y corrupciones varias. Un tenebroso mundo paralelo.
Si bien trabajo o estudio redimen pena, inclusive en delitos repugnantes, donde ese beneficio no debería existir, no todos los detenidos, ni casi todos, se acogen a esa generosa posibilidad. Para algunos la contravención o la construcción -coimas, tolerancia y amedrentamientos mediante- de una fraudulenta realidad paralela bastante confortable es más negocio. Otros, simplemente están a años luz de cualquier hábito sano.
Durante años y años nos hemos infectado e infestado de una epidemia de derechos y más "derechos", sin deberes ni contrapartidas. A veces consagrada por la legislación, nacional e internacional, frecuentemente teñida de demagogia, ideologismos y relativismos culturales varios.
Por ello, políticos, sicólogos, sociólogos y bastantes leguleyos nos convencen de conceptos irracionales, como que no hay delincuente irrecuperable (así sea un asesino serial, un violador reincidente o un mutilador); como que negarse a trabajar, estudiar o inclusive tratarse psicológicamente sea una posibilidad "respetable", y que Uruguay ni puede obligarlos en ese sentido, ni imponer la cadena perpetua porque, supuestamente, la Corte Interamericana de Justicia nos sancionará. ¿Cualquier sanción, raramente pase de una declaración simbólica para asustar viejitas. Por lo tanto, no hay ningún problema ni en prolongar penas a irrecuperables, ni en obligarlos a hacer algo con su vida a unos y otros, quieran o no.¡Basta de mimos idiotas!
Nos cuesta muy caro cada preso, aunque las cárceles uruguayas sean un desastre. Más nos cuestan las rebeliones, las roturas, las quemas de colchones para después volverlos a comprar, como si nada. Y guay de que no lo hagamos, que los "humanitarios", curreros y ongs saltan a coro y ¡vaya si tienen prensa e intelectualoides cómplices! Si hasta para algo tan útil como publicar, luego de condenados, una lista de violadores, saltan no solo la izquierda previsible, sino las feministas (Abracinskas y sus payasas vestidas de rojo, teléfono!!).
Bueno, señores presos, ¡se debe acabar el recreo! Y si insisten en romper y corromper, nada nos impide, así debamos recurrir a mayorías especiales, pensar en, al igual que el norte, privatizar las cárceles, bajo estrictas normas contables bajo las cuales el Estado destine sólo una cantidad fija de dinero + imprevistos al tema y los privados, sin incurrir ni en crueldad ni esclavitud gestionen eficazmente, inclusive con su personal. EStoy seguro que hasta más rehabilitaciones se producirían, y más humanos serían los establecimientos que los chiqueros actuales, sin renunciar a cierta supervisión gubernamental y a las respectivas garantías para todas las partes.
En esto, ¡también hay que abrir la cabeza y cambiar! También y sin prejuicios, vista la situación caótica hasta hace muy poco imperante. ¡Es ahora!

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