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TURBINAS ARGENTINAS - ENFOQUES COMPARTIDOS
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Enrique Guillermo Avogadro |
¿Por qué no? |
- “Sueña René Favaloro un país que nunca fue”
Eduardo Falú
La divulgación del porcentaje (35,4%) de pobreza que afecta a la población produjo un verdadero tsunami en la clase política, la misma que se ha mostrado incapaz de encontrar una solución al problema desde hace décadas; es más, quienes forman parte de ella son los verdaderos responsables de esta situación, ya que el descontrolado gasto público y la consecuente inflación son los factores que más inciden para agravarla.
Resultaría ideal que, además, se transformara en un terremoto que sacudiera la conciencia de todos, en especial la de aquéllos que, desde la industria (reclamando sostener inicuas protecciones) y el sindicalismo (como los camioneros de Moyano o los pilotos de Aerolíneas Argentinas), luchan diariamente por mantener sus privilegios y prebendas sectoriales, en claro desmedro del bienestar general.
La oportunidad en que se conoció el dato –a sólo 27 días de las elecciones nacionales- habla bien de la honestidad de un Gobierno que ha decidido pagar el costo de decir siempre la verdad, aún cuando ésta, tan negativa, afecte en lo inmediato sus chances de revertir el resultado de las primarias. Evidentemente, en Mauricio Macri se ha hecho carne una frase de Jorge Luis Borges: “siempre el coraje es mejor”; todos recordamos su ahora penosa apelación para que se lo juzgara al final de su gestión, precisamente, por el nivel de pobreza.
Esa actitud resulta contrastante con las frescas imágenes que todos tenemos de Anímal Fernández sosteniendo, sin siquiera ponerse colorado, que en Argentina había menos pobres que en Alemania, y de Axel Kiciloff, que pretende convertirse en el próximo Gobernador de la Provincia de Buenos Aires, afirmando que se había dejado de medir la pobreza porque implicaba “estigmatizar” a los afectados.
La multitudinaria manifestación de las Barrancas de Belgrano del sábado pasado, con el cual se inició un raid de actos similares en todo el interior del país, y el inesperado resultado de las elecciones provinciales de Mendoza, el domingo, acompañado por algunas municipales en esa y otras provincias, que marcaron una fuerte reversión de lo sucedido en las PASO, retemplaron el ánimo de quienes, aún no adhiriendo a Cambiemos, están desplegando un descomunal esfuerzo para evitar que se pierdan las libertades, el respeto y la institucionalidad que han impregnado la vida de la República los últimos cuatro años, y los enormes avances en materia de infraestructura y en la relación con el mundo.
Es que todo ello demostró que aún es posible esquivar el sino trágico de este raro país que, lamentablemente y pese a los dos siglos que lleva en ello, aún no ha logrado transformarse en una nación. Todos somos conscientes de las dificultades que deberemos enfrentar, pero ya sabemos que, aunque improbable, no es imposible llegar a un ballotage y, si lo conseguimos, de infligir a la canalla corrupta –que manda, como lo demostró en las huelgas de pilotos aéreos y en los acampes callejeros- una derrota homérica.
El primer efecto colateral trascendente sería terminar con la incipiente impunidad que las veletas del edificio de Comodoro Py parecen garantizar para los mayores ladrones –funcionarios, gremialistas y empresarios- de la historia argentina, traducida en demoras ya injustificables en el comienzo de los juicios orales, libertades cuestionables y extraordinarios privilegios para los imputados. Tal vez también produzca realineamientos en el Poder Judicial, incluyendo a la propia Corte Suprema de Justicia, que ha comenzado a cogobernar el país, con fallos de neto contenido político, de un modo por demás extraño.
Si el kirchnerismo, con esa eventual derrota, finalmente desapareciera del escenario político o quedara reducido a una mínima expresión, podrían darse las condiciones –que Cambiemos ahora aceptaría sin dudar- de llegar a un gran acuerdo con la oposición peronista, para compartir con ésta la responsabilidad de establecer políticas de estado permanentes que, a futuro, terminen con la persistente decadencia nacional. Debieran dirigirse a disminuir la pobreza, acabar con la inflación, y realizar las indispensables reformas tributarias, laborales y jubilatorias que permitan reducir drásticamente el insoportable gasto público, encarar la modernización del sistema educativo y abrir, gradualmente, la economía.
Porque cualquier análisis serio de la realidad concluye en que, quienquiera que sea el próximo Presidente, deberá hacer las mismas cosas: bregar contra una crisis recurrente, renegociar la enorme deuda, dejar de gastar lo que no se tiene, posicionar racionalmente a nuestro país en términos geopolíticos. Y todo eso deberá hacerse en un mundo convulsionado por innumerables y crecientes conflictos bélicos y comerciales, con liderazgos cada vez más cuestionados e imprevisibles, y que se encamina a una recesión peor que la que lo afectó en 2008; es decir, donde habrán desaparecido todas -aún las más extravagantes, como la imaginada China-, fuentes de financiación.
Los desafíos serán de tal magnitud, que resultarán en la obligación de participar a las diferentes fuerzas políticas porque, a esta altura de los acontecimientos, la disolución nacional –incluyendo un final violento- claramente ha dejado de ser una entelequia. |
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Crónica de otros tiempos
Mentirosos imperdonables
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Engañaron al pueblo, le mintieron con alevosía a sus propios votantes.
Prometieron públicamente y con fervor religioso desde la Presidencia de la República moderar el gasto del Estado, evitar el despilfarro, no aumentar los impuestos ni crear otros nuevos, reducir a su mínima expresión el uso de la locomoción oficial, y convertir el aeródromo de Melilla en un aeropuerto semejante al Aeroparque de Buenos Aires.
A vuelo de pájaro, también prometieron que volverían los cisnes a navegar en un recuperado Arroyo Pantanoso que acrecentó su ruina; que la Educación sería profesionalizada, y que serían construidas y entregadas en el período decenas de miles de viviendas.
En materia de hurtos y rapiñas el gobierno prometió reducirlas en un mínimo de 30%, cuando en los hechos, entre 2015 y 2018 las rapiñas crecieron un 36,7%, mientras que los hurtos aumentaron 33,6%. Los homicidios, en tanto, treparon al 40%.
Igualmente prometieron que sería detenida la emigración de las familias, cuando es público y notorio que se fueron del país decenas de miles de uruguayos entre 2005 y 2018.
Aseguraron que no habría más ajustes fiscales, y que sería absolutamente trasparente la gestión pública. No se acudiría al rescate de las empresas fundidas; se velaría por el cuidado ambiental, y se reduciría el déficit de las empresas del Estado. Nada de esto se hizo.
Aplicaron a rajatabla la frase atribuida a Maquiavelo: “el fin justifica los medios”, y se alzaron con el gobierno a costillas de la credibilidad e imbecilidad popular.
Uniformaron la pobreza, le dieron statu quo; están destruyendo la clase media, y fomentan a más no poder la holganza y la vagancia en todo el país.
Facilitan, encubiertos, la deserción estudiantil; por omisión e ineptitud la delincuencia organizada, el auge expandido del narcotráfico a todos los rincones del país, y a sabiendas el crecimiento descontrolado de los asentamientos, villas y miserias, en cumplimiento de una política de expansión tutelada y financiada con abusivos e impresionantes impuestos ciudadanos.
La sucesión de huelgas docentes, injertadas en una muy mal entendida y peor aplicada autonomía, afectó en grado superlativo la educación primaria y secundaria, al punto que los estudiantes egresan de la escuela sin saber leer con fluidez, y menos restar, multiplicar y dividir. Y del primer ciclo secundario, sin comprender lo que leen.
El gobierno ha despilfarrado a trochemoche los dineros públicos, y sigue gastando muy por encima de las posibilidades nacionales. Lo peor, que constituimos un país que soporta una carga impositiva terrible, con el agravante de que los servicios públicos mal esconden más gravámenes impositivos que desdibujan su cometido social. Las tarifas de la electricidad, gas, naftas y teléfonos son las más caras de la región, y compiten para alcanzar a ser las más onerosas del mundo.
Para colmo y firmado, el "alabate cola que no hay quien te alabe" del Presidente Vázquez, que no vaciló en convertir a la oficina de prensa de la Presidencia de la República en el brazo periodístico del Frente Amplio, actitud que han deplorado los restantes partidos políticos que se encaminan a la instancia electoral. La esquela firmada por Vázquez, con destino a la Presidencia del Directorio del Partido Nacional, refleja su cinismo y notable impertinencia.
El gobierno del Frente Amplio endeudó con irresponsabilidad manifiesta el país, y atiborró de funcionarios las empresas públicas. Ante la descomunal deuda externa del Uruguay, 60 mil millones de dólares, cachafaces y bribones sostienen que no hay por qué preocuparse: “la deuda no se paga, se administra”. ¿Consolidación fiscal? ¿Reperfilamiento?...
Desfigurado el Poder Legislativo, hoy baluarte del Poder Ejecutivo; galanteada la Justicia, cortejada por el gobierno, que arregla con suculentas retribuciones los cargos judiciales de mayor relevancia, el Uruguay se ha despedido de la división de poderes.
El engaño colosal y colectivo, imperdonable, que le endilgamos al Frente Amplio, sin atenuantes, determinó el uso y abuso de los brazos enyesados de las mayorías frenteamplistas durante todo el período.
Abundando, no debe obviarse que la maquinaria legislativa está orientada por el accionar de las grandes corporaciones. Los políticos del siglo XXI son empleados muy bien pagos de estas instituciones internacionales que han tomado al Uruguay como conejillo de indias.
La bancarización obligatoria, so pretexto de controlar la evasión fiscal, ha puesto de rodillas el país, entregado por este gobierno a las ocurrencias y dictámenes siempre nefastos y perjudiciales de la banca internacional.
Concluyendo, el porvenir político del Uruguay, de cara a las próximas elecciones nacionales, ha sido perfectamente dibujado por el poeta y compositor Enrique Santos Discépolo:
“Si uno vive en la impostura
Y otro roba en su ambición,
Da lo mismo que sea cura,
Colchonero, rey de bastos,
Caradura o polizón”.
Ricardo Garzón
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