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Eurnekian: enfrentar a la inflación de una vez por todas |
- El titular de Corporación América, Eduardo Eurnekian, dió sus perspectivas para el último cuatrimestre del 2018 y opinó sobre la problemática de la inflación en el país.
En el marco de la entrega de Premios Fortuna 2018, Eduardo Eurnekian, presidente de Corporación América, dio su visión sobre las perspectivas para este final de 2018. Si bien señaló que “la sociedad argentina deberá hacer un sacrificio para entrar en los carriles de la modernidad”, también dijo que "a partir de ese sacrificio vamos a volver a ser parte de un mundo dinámico, progresista, al cual tenemos muchísimo que aportar y en donde nos debemos sentir integrados orgullosamente”.
Por otro lado, Eurnekian opinó sobre la problemática de la inflación en el país y señaló que lo importante no es tanto pensar en la inflación de todos los días sino en qué se está haciendo para no seguir por esa escalera ascendente. Incluso, aseguró: "hay que enfrentar a la inflación de una vez por todas”.
Terminando, el empresario habló sobre sus proyectos a futuro y declaró: “una vez que seamos competitivos, tenemos el mundo para conquistar". (Fuente Fortuna)

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País al tacho |
Somos ciudadanos de un país cuyos impuestos se pagan a punta de pistola, con un millón de ciudadanos que viven por debajo de la línea de pobreza, y otros dos que apenas si pueden satisfacer sus necesidades básicas más apremiantes, entre ellas la comida.
Somos ciudadanos de un país cuyos servicios públicos roban sin contemplaciones, y que se han transformado en caja desvergonzada de recaudación de la conducción económica, con resultado final que obliga al consumidor a pagar las naftas más caras de la región y del mundo, al igual que las facturas leoninas de la electricidad, gas y teléfonos.
Somos ciudadanos de un país en el cual el ladrón de garrafas y bicicletas marcha a la cárcel por cuatro meses, en tanto un ex vicepresidente de la república, expulsado del gobierno por chorro, sin rendir cuentas a nadie, se prepara para competir en la campaña electoral en procura de un sillón de senador.
Somos ciudadanos de un país en el cual entidades financieras de crédito, en el umbral de la usura, nos “ofrecen” dinero para llegar a fin de mes.
Somos ciudadanos de un país que nos atiborró de cámaras de vigilancia ciudadana, so pretexto de garantizar una seguridad que no es tal, al punto que la delincuencia y narcotráfico campean a sus anchas en los 187 mil quilómetros cuadrados de la superficie nacional.
Somos ciudadanos de un país que exhibe una estructura docente absolutamente perimida en todas sus manifestaciones, con deserción estudiantil masiva a partir del tercer año escolar; pase social obligatorio a los alumnos liceales en situación de insuficiencia, y frustración generalizada por los paros e incumplimiento en los programas de las asignaturas.
Somos ciudadanos de un país cuya corporación política no está dispuesta a resignar sus privilegios; que se nos ríe en la cara cuando ponemos en tela de juicio el cobro inaceptable de partidas de prensa degeneradas en estipendios encubiertos, con una conducción que traicionó a mansalva su programa de gobierno hecho público en la campaña electoral.
Somos ciudadanos de un país con epidemia de concordatos, despidos y seguros de paro en expansión geométrica, con partidos políticos de oposición que no fueron tales en todo el período, y que con desvergüenza incalificable se prendieron del caracú para hacerle el caldo gordo al gobierno frenteamplista.
Somos ciudadanos de un país que exhibe empresas públicas en franco deterioro, cuyo presidente incumplió su promesa de disminuir el número de embajadas en el mundo; que designó embajadores impresentables, que no son tales, en destinos estratégicos como Corea y Vietnam, y que ofende a la Argentina y Brasil por haber perdido su condición de populistas, alejándose del mamarracho político e irrespetuoso que mal gobierna en Venezuela.
Somos ciudadanos de un país que no puede pagar una creciente deuda externa calculada en 60 mil millones de dólares, y que ve incrementado día a día el déficit fiscal como consecuencia directa de la dilapidación de los dineros públicos, alimentado el despilfarro por la creciente espiral impositiva que adorna el gobierno de Tabaré Vázquez.
Somos ciudadanos de un país en el cual afiliados a los sindicatos docentes rechazan el Programa para la Evaluación Internacional de los Alumnos de la OCDE (PISA por sus siglas en inglés), prueba que pone de relieve y desnuda las carencias educativas de los alumnos de 15 años que están a punto de culminar su ciclo secundario.
Somos ciudadanos de un país en el cual se inventan derechos para las minorías, con indemnizaciones que recargan las obligaciones de pago del comprometidísimo Banco de Previsión Social, y en el cual funcionarios designados para ocupar cargos de dirección departamental en el área de la Educación y la Cultura, desconocen las fechas que conmemoran la Declaratoria de la Independencia Nacional y la Jura de la Constitución.
En definitiva, somos ciudadanos de un país condenado al sufrimiento por la administración fraudulenta que practica el poder político; por la corrupción generalizada que se advierte en los organismos gubernamentales en cuanto al manejo de los dineros públicos; por la pésima administración y desviación de los recursos que practica la delincuencia política, y por la acción incontenible de los forajidos que se adueñaron de la seguridad ciudadana.
Ricardo Garzón |
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Que todos queden atrás |
- El talento incomoda como nunca. Los mediocres, los acomplejados, los bobos, necesitan que la vida descienda hasta su nivel para sentirse cómodos, y es destruyendo la inteligencia y ensalzando la mediocridad como están a gusto.
Me lo comenta Javier Marías después de cenar, cuando se fuma el segundo cigarrillo en la terraza del bar Torre del Oro, en la Plaza Mayor de Madrid. Estamos sentados, disfrutando de la noche, cuando me habla del artículo que tiene previsto escribir uno de estos días. ¿Te has dado cuenta –dice– de que en los últimos tiempos está de moda destruir la imagen de cuantos hombres ilustres tenemos en la memoria? Pienso un poco en ello y le doy la razón. Pero no sólo en España, respondo. Ocurre en toda Europa, o más bien en lo que aún llamamos Occidente. Destruir a quienes fueron respetables o respetados. Derribar estatuas y bailar sobre los escombros. Es como una necesidad reciente. Como una urgencia.
Javier menciona nombres. No se trata ahora tanto, dice, de reivindicar a las muchas mujeres a las que la historia dejó en la oscuridad, ni de atacar a las conocidas, pues con ellas se atreven menos –aunque les llegará el turno–, como de ensombrecer biografías masculinas. Alfred Hitchcock, indiscutible genio del cine, pasó hace poco por eso: misógino, sádico, despótico. La película con Anthony Hopkins lo dejaba, además, como un idiota. De Gaulle tuvo lo suyo hace unos años, y ahora le toca a Churchill. El más brillante político de la Segunda Guerra Mundial, el que hizo posible que Europa resistiera a los nazis, aparece como un cretino en las películas que se han hecho sobre él.
Mientras damos un paseo antes de despedirnos, le paso revista a España. No se trata ya de Churchill, Hitchcock o De Gaulle, pues no los tuvimos; pero sí de quienes destacaron por sus actos o talla intelectual. Cierto es que en demoler reputaciones aquí tenemos solera: Olavide, Moratín, Jovellanos, Blasco Ibáñez, Unamuno, Chaves Nogales y tantos más. Incluso quienes fueron decisivos en la historia reciente: Suárez, Fraga, Carrillo, González. Pocos escapan a la máquina de picar carne, la necesidad de restar méritos, de rebajarlos según la tendencia, como dice Javier, de no admirar nunca a nadie. No se trata tanto de desmitificar como de destruir. Nada existe que no pueda ser violado, como decía Cicerón. Nadie merece ya respeto por su inteligencia o biografía. Cualquier analfabeto apesebrado en una formación política, cualquier cantamañanas nacido ayer, cualquier director de cine o periodista ágrafos hasta el disparate, cualquier tarugo con Twitter, cuestiona sin complejos a quienes ni podría rozar en talento, honradez o prestigio. Y acto seguido, centenares de imbéciles, tan ignorantes como él, asienten con la estólida gravedad de los tontos solemnes.
Tengo una teoría personal sobre eso. Y digo personal, así que no hagan responsable a Javier –en bastantes líos lo meto ya–, sino a mí. Del mismo modo que antes se admiraba a hombres y mujeres por su mérito, ahora unos y otros molestan. El talento incomoda como nunca. Los mediocres, los acomplejados, los bobos, necesitan que la vida descienda hasta su nivel para sentirse cómodos, y es destruyendo la inteligencia y ensalzando la mediocridad como están a gusto. En España, el talento real está penalizado. Convierte a quien lo posee en automáticamente sospechoso. De ahí a la nefasta palabra élite, tan odiada, sólo media un paso, claro. Y la palabra fascista está a la vuelta de la esquina.
¿Creen que exagero?… Echen un vistazo a los colegios, a los niños. Lo he escrito alguna vez: todo el sistema educativo actual está basado en aplastar la individualidad, la inteligencia, la iniciativa, el coraje y la independencia. En destruir a los mejores, con reproches incluidos a los padres: Luisa no habla con sus compañeras y prefiere leer, Alberto levanta demasiado la mano, Juan no juega al fútbol ni se integra en trabajos de equipo. Etcétera. Todo se orienta a rebajarlos al nivel de los más torpes, convirtiéndolos en rebaño sin substancia. No se busca ya que nadie quede atrás, sino que todos queden atrás.
Ganarán los mediocres, no cabe duda. Suyo es el futuro, y se nota mucho. A ellos pertenece un mundo que los imbéciles –ni siquiera hay malvados en esto–, asistidos por sus cómplices los cobardes, fabrican a su imagen y semejanza. Por eso es tan admirable el tesón de quienes resisten: chicos, profesores, padres. Los que se mantienen erguidos y libres en estos tiempos de sumisión, rodillas en tierra y cabeza baja. Los que siguen necesitando referentes a los que admirar, nutrirse de libros, cine, ciencia, historia, literatura y cuanto sirva para obtener vitaminas con las que sobrevivir en el paisaje hostil que se avecina. Lecciones inolvidables de inteligencia y de vida.
Arturo Pérez-Reverte
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