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TURBINAS ARGENTINAS - ENFOQUES COMPARTIDOS
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Enrique Guillermo Avogadro |
Sin mirar atrás |
- "Los recuerdos son una carga extra para el que camina".
Ignacio González Jansen
En medio del vendaval que azota, otra vez, a nuestra economía, contra todo lo que aconsejaría la prudencia más elemental, ya estamos inmersos en la campaña electoral para las presidenciales de octubre del año próximo; con ello, hemos batido un nuevo record mundial: la duración de ese proceso.
En la fotografía de hoy –la película mantendrá el suspenso por mucho tiempo- aparecen sólo dos contendientes en condiciones de aspirar al triunfo y, debido a la improbabilidad de que un nuevo candidato consiga reconocimiento nacional en ese lapso, le propongo pensar qué propuestas tendremos en esa magra oferta electoral, y qué consecuencias traerían aparejadas cada una de ellas y, sobre todo, qué puede suceder hasta que llegue el momento de elegir entre ellas. Obviamente, me refiero a Mauricio Macri y a Cristina Elisabet Fernández, que se ha puesto a correr.
El primero, ratificará su apuesta al futuro, es decir, a que vivamos en un país donde el populismo quede finalmente desterrado y a que la sociedad entienda, de una vez por todas, que no habitamos en un país rico, pese a contar con enormes recursos naturales, y que debemos dejar de gastar más que lo que nos ingresa; si obtuviera un segundo mandato, es probable que lo consiga, ya que mucho de lo que se está haciendo, sobre todo en la educación y en obras en el Conurbano y el interior del país, será la prueba de la existencia de un camino distinto y viable para el progreso.
La otra, cuando finalmente salga del bunker de silencio autoimpuesto, volverá al escenario con una propuesta de retornar a un pasado al que pintará con los colores engañosos de reparto de inexistentes riquezas; su receta, que conlleva la ansiada impunidad para los graves crímenes cometidos por ella y su banda durante la prolongada década kirchnerista, sólo puede conducirnos a las penosas realidades en las que hoy viven, y mueren, las trágicas Venezuela y Nicaragua.
El Presidente ha ido perdiendo aprecio en su propia base electoral –la clase media urbana- por efectos de la crisis económica, la insoportable inflación y, también, por haber habilitado la discusión parlamentaria sobre la legalización del aborto; pero aún se encuentra entre los mejor posicionados de la región. Y, nos guste o no, encarna hoy la única posibilidad de que Argentina continúe inserta en el mundo, al cual debe abrirse cada vez más para evitar las peores consecuencias de la guerra comercial global que se está imponiendo rápidamente. Eso me inclina a pensar que, cuando llegue el momento, todos esos desencantados se taparán la nariz, si es necesario, y volverán a votarlo. No se tratará de simpatizar con Macri, el PRO o Cambiemos sino, simplemente, de conjurar una nueva tragedia.
Porque su rival, la “noble viuda”, no tendría siquiera la posibilidad de evitar la inmediata recaída en el aislamiento internacional, que conllevaría la imposibilidad de acceder a mercados voluntarios de crédito e, inclusive, al apoyo de los grandes organismos, como el FMI (¿por qué no comprenden quienes protestan que, si no hubiera ayudado ahora, la situación sería mucho peor?), el Banco Mundial, la CAF, etc.; y qué decir de lo que sucedería con los proyectos de firmar tratados de libre comercio con la Comunidad Europea y el eje Asia-Pacífico. Y sus aliados continentales, que hubieran podido auxiliarla, como lo hicieran con valijas voladoras y préstamos usurarios en un pasado reciente, han desaparecido.
El Foro de San Pablo y la UNASUR, inspirados por Luiz Inácio Lula da Silva, Hugo Chávez Frías, Rafael Correa, José Pepe Mujica, Raúl Castro, Daniel Ortega y su marido, han fracasado en toda la región y, en la práctica, felizmente han dejado de existir. La ola que había comenzado a formarse ya a finales del siglo XX, finalmente rompió y está llevando a sus principales númenes a la cárcel por hechos de corrupción (seguirá la arquitecta egipcia) o han fallecido; los sobrevivientes -los gerontes cubanos, el tirano nicaragüense y el heredero venezolano- sólo han conseguido mantenerse en sus sitiales a fuerza de hambrear y arrasar, a sangre y fuego, sus países y sus sociedades, generando un éxodo migratorio inédito en América.
En ese marco, ¿cómo podría Cristina solventar su proyecto populista? Las respuestas sólo pueden ser dadas por recetas harto conocidas y sufridas en carne propia: un reinstalado cepo cambiario, un nuevo default, un renovado impulso a la máquina de imprimir dinero, menos estadísticas públicas, más impuestos, menos energía, menos libertades y, por qué no, hasta arbitrarias confiscaciones.
Decidió –confirmando el desprecio absoluto que siente por él- separarse del Partido Justicialista y formó su Unión Ciudadana. Con esos colores correrá la carrera electoral, puesto que el camaleónico movimiento, que aún carece de candidatos instalados y ha resistido los cantos de sirena unionistas, tampoco está dispuesto a inmolarse definitivamente atando su suerte al carro de la mariscala de la derrota, a quien sólo acompañan sus más notorios cómplices en el saqueo (Zannini, Vera, Sabatella, Mariotto, Kiciloff, Larroque, Cabandié, Conti, D’Elia, etc.), algunas de las organizaciones sociales de extrema izquierda y circunstanciales aliados sindicales, que también buscan impunidad ante los innumerables delitos cometidos.
El panorama económico seguramente se complicará en los próximos meses por razones locales e internacionales: aquí, la sequía, las inundaciones, la perenne inflación, el sideral gasto público, la pobreza, la reducción del empleo, la subsistencia de subsidios energéticos, la necesidad de un financiamiento más caro; y desde afuera, la caída en el precio de la soja, el aumento en la cotización del petróleo y en las tasas de interés en Estados Unidos, los coletazos de las guerras económicas desatadas por Donald Trump, la inevitable reacción china, la reconformación del comercio mundial, los problemas internos de Brasil, el aislamiento de los Estados Unidos y su abdicación del rol que ejerció desde hace un siglo, etc.
Esas complicaciones económicas producirán, sin duda, conflictos sociales de magnitud, a pesar de los ingentes esfuerzos que está desarrollando el Estado -nacional y provinciales- para aliviarlos. Las razones son obvias, puesto que si esas situaciones se producen, tal vez con connotaciones violentas, serán más que bienvenidos para los integrantes del “club del helicóptero” y hasta para quienes, en la medida de sus escasas probabilidades de subir al podio, ratifican la vigencia del “teorema de Baglini”, que determina que, cuanto más alejado se encuentra un político de acceder al poder, más inconsistentes son sus propuestas.
¿Habrá pensado el “círculo rojo” cuánto se depreciarían sus activos si la viuda de Kirchner volviera al poder?, ¿cuánto valdría una hectárea después de una nueva guerra contra el campo?, ¿cuánto las empresas, sin energía y obligadas a practicar una ruinosa política de precios?, ¿cuánto los inmuebles urbanos ante la falta de demanda?
Para no volver atrás, es imprescindible que los empresarios contribuyan, con una hasta hoy desconocida generosidad, a paliar esas graves situaciones, sea con alimentos, sea con moderación en los precios, sea con mejores salarios; no se trata de reeditar la frase “les hablé con el corazón y me respondieron con el bolsillo”, sino de mero instinto de supervivencia.

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Se ha dicho |
Adulto Mayor. Astori, como adulto mayor, debería saber que no se puede pactar entre desiguales. El “yo te apoyo ahora, y en las elecciones que vienen me apoyás a mí”, no tiene validez entre distintos, distintas o distintes. Al ministro se lo comió el escorpión; primero lo envenenó, y después lo deglutió. No obstante, cabe recordar y tener siempre presente que, "entre bueyes, no hay cornadas".
Lechuguinos. El carácter lechuguino de opositores complacientes que revistan en los partidos tradicionales salta a la vista. No se le animan al maquiavélico ministro. Capaz de justificar cualquier cosa, de un plumazo, con la manida consolidación fiscal, Astori ha dejado sin efecto y neutralizado los aumentos de salarios y pasividades previstos en la legislación, para financiar con la renovada recarga impositiva el despilfarro generalizado y escandaloso del partido gobernante, y los sueldos que demanda la contratación de 60 mil nuevos empleados estatales designados por los gobiernos frenteamplistas.
Evasor contumaz. Danilo Astori no se inmuta cuando el Banco de Previsión Social dictamina que es el sector político Asamblea Uruguay quien deberá encargarse de pagar los aportes jubilatorios de funcionarias contratadas hace décadas por el grupo político en el Palacio Legislativo.
Patraña inmunda. Desde el 1º de enero, el ilusorio 10% de aumento a las pasividades quedó neutralizado porque ese mismo día comenzaron a regir los gravámenes de “consolidación fiscal” del IRPF y también IASS, inmunda patraña del Poder Ejecutivo y Parlamento para librarse de una sentencia cierta de inconstitucionalidad.
Persecución implacable. Perseguida por la DGI, BPS y otros organismos de contralor, con escasos recursos e ingresos, la inmensa mayoría de la población contribuyente paga como puede los impuestos leoninos que interfieren su bienestar, y que afectan a centenares de miles de familias en todo el país.
Resignación. La ciudadanía, mansa, resignada, ha aguantado con espíritu republicano y paciencia infinita que sobre los impuestos vigentes el Ministerio de Economía encaje otros impuestos, denominados con cinismo político: “consolidación fiscal”, en rigor consolidación fatal para tapar el despilfarro.
Terrible costo de la vida. Acompaña la desestabilización de la familia, puntualmente, el precio desmesurado de los combustibles, sin parangón en América. Súmese el ajuste de las tarifas de la luz, agua, gas, transporte y teléfonos por encima de la inflación, andanada de facturas que se desbordan de toda comprensión en función de los magros ingresos ciudadanos, y agréguense los precios disparados y disparatados de alimentos y vituallas en las grandes superficies, que tienen incidencia capital en el costo de la vida.
ADEOM. La gente debe tolerar, ahora, que la mugre se entronice una vez más en los barrios montevideanos, de la mano de un sindicato rebelde y discordante que antepuso los intereses corporativos a los generales del país, y que desde tiempo inmemorial ha traído en jaque a todos los gobiernos que se han sucedido en la administración municipal.
Deserción y narcotráfico. La deserción estudiantil en sus tres niveles facilita captar potenciales vendedores de drogas, y también consumidores. Desde aquí al asalto a comercios, viviendas, enfrentamientos armados, rapiñas y asesinatos, hay un paso. Una delgada línea que todos discuten, en interminables llamados a sala de los ministros por el parlamento, donde todo es ruido de hojarasca y nada más. Es sabido que en el Palacio Legislativo tiemblan los montes: parió un ratón.
Vázquez, ni reina, ni gobierna. El Poder Ejecutivo, mal que le pese al presidente, fue literalmente absorbido y barrido por el poder sindical que gobierna el país, en todos los órdenes de la actividad. Vázquez, ni reina, ni gobierna. Sus ministros, salvo Kechichián, a quien cabe augurarle futuro promisorio, hacen la plancha. No gobiernan ni pueden hacerlo. Han sido superados en sus limitadas posibilidades, y carecieron de talento para zafar.
Prendidos de la teta. Atornillados en el Parlamento, diputados y senadores flotan como corchos; navegan sin ton ni son en aguas mansas. Malhechores y forajidos que se adueñaron del país, siguen a sus anchas. No hay barrio que se respete ni hogares que estén tranquilos. El secuestro, la rapiña el asesinato, el robo y la droga están a la orden del día. La familia no duerme en paz, y todos los días se asesina a un comerciante que es padre de familia, abuelo, hijo o nieto. El gobierno, malogrado, no atina a encaminar soluciones y gasta lengua. Superado por las circunstancias, su preocupación se orienta a evitar la pérdida de las mayorías parlamentarias, como si en ello le fuese la vida a la república.
Falsas promesas. A Vázquez, voluntarioso, se le derrite el sillón presidencial, y se larga con todos sus ministros a pueblos y parajes para entonar las estrofas del gobierno de cercanías, y recoger aspiraciones ciudadanas que jamás serán satisfechas.
Entregaron la Patria. Se ha perdido la enjundia; se ha resignado autoridad, y se ha entregado la patria a este tole tole legislativo y sindical de mayorías absolutas que han perdido la brújula, o, mejor dicho, que jamás la encontraron.
Viva la Pepa. El poder político ha sucumbido. Gobiernan los sindicatos. ¡Viva la Pepa! |
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