La semana pasada, después de conocerse una resolución de IATA confirmando que en la Argentina los pasajes para vuelos internacionales se comercializan en pesos argentinos, abundaron los rumores. Aviación News se planteaba desde el título si no se estaba preparando el terreno para la llegada del dólar turista, una forma de encarecer y frenar en parte la salida de argentinos al exterior. La información esta semana era que el decreto, dispuesto directamente por Cristina Fernandez de Kirchner, disponiendo un recargo del 15% a los pasajes sobre la paridad oficial para aplicar a la conversión de las tarifas internacionales en dólares, ya estaba redactado el viernes y contaba con el visto bueno del titular de la AFIP. Quedaba la duda si esto era extensivo a paquetes turísticos y a otros servicios en el exterior. El nuevo gravamen, ya que de eso se trata, aumentaría los ingresos del Estado pero no las de las aerolíneas. Éstas, por el contrario, se verían perjudicadas ya que al incrementarse las tarifas podrá haber una retracción en la venta de pasajes.

Yo entrevisté una vez a Hugo Chávez. Fue por 1996. Además de la entrevista, tuvimos una larga conversación, con un hombre que no mostraba la confianza y arrogancia que tuvo en los últimos años de su vida. En aquel momento fue humillado por los mismos que hoy lo proclaman héroe. En el medio, un puñado de dólares o barriles de petróleo.
Recuerdo bien cuando lo vi por primera vez. Entró al hotel mirando hacia todos lados. No lucía uniforme, sino ropa de paisano. Estaba alojado en un hotel que todavía existe (creo), frente a la Suprema Corte de Justicia, por San José. Lucía como un hombre inseguro, desconfiado, alerta siempre a cualquier riesgo. Viajaba solo (al menos eso fue mientras yo estuve con él). Cuando le dijeron en la recepción del hotel que yo lo esperaba en el hall del hotel, me miró con verdadera desconfianza. Después se acercó.
Tuvimos una conversación de más de una hora. Hablamos de muchos temas. En aquel momento estaba muy lejos de ser el aspirante a la Presidencia de Venezuela. Más bien, hacía poco que había dejado de ser un convicto por el intento de golpe de Estado de 1992 contra el presidente Carlos Andrés Pérez. Estaba en un momento en el que los líderes del gobierno uruguayo de hoy, los ex guerrilleros que metieron a Uruguay en un lío fenomenal en los ’60, denominan “acumulación de fuerzas”. Había llegado a reunirse con los líderes del Frente Amplio. Ninguno (o casi ninguno) lo quiso recibir. Venía de intentar, por segunda o tercera vez, que el general Liber Seregni le recibiera. Y no lo había conseguido. Lucía como un hombre anímicamente frustrado, sin la sonrisa que se ponía en los últimos años para hacer largas parrafadas sobre su concepción de la vida, la política y el ejercicio del poder.
Cuando le dije que era periodista y que quería entrevistarlo, se aflojó un poco, pero no bajó la guardia. Habló con cautela de sus propios errores del pasado, y de su intento de ir por lo mismo, pero por las vías democráticas. Para eso necesitaba obtener reconocimientos de la clase política sudamericana, preferentemente de izquierda. Hablamos de muchas otras cosas. Algunas fueron incluidas en la entrevista que grabamos. Y se fue como vino. Sin conseguir reunirse con los dirigentes uruguayos más destacados de entonces. Ni qué decir, sin ningún apoyo explícito. Tal vez, el de algún partido menor de la izquierda, que luego nunca exhibió en público.
Hoy, muerto, el gobierno uruguayo lo proclamó como un héroe. Dicen que fue muy generoso con Uruguay. Entre aquella soledad de fines de los ’90, a la actualidad en que uno de los ex líderes guerrilleros de los Tupamaros, y actual presidente de Uruguay, José Mujica, se abrazó a su ataúd llorando, corrieron casi dos décadas. Y unos cuantos barriles de petróleo, no gratis, sino a lo que los gobernantes de Uruguay consideran buenos precios. Estoy seguro que él también. Un petróleo barato que les permitió a los actuales gobernantes mantener los combustibles más caros del mundo. Allí están las dos puntas de una historia simple.

¿Cuánto dinero costará un reconocimiento de la actual administración del Uruguay, como héroe, solidario, y líder revolucionario? ¿Habrá alguna tarifa que establezca algún tipo de grado de reconocimientos? ¿Cuánto costará poner a un presidente de Uruguay a llorar abrazado de un ataúd lejano, el mismo mandatario que ni siquiera llamó por teléfono a los familiares de las víctimas de la violencia en su propio gobierno, en su propio país? ¿Ninguno de los gobernantes actuales de Uruguay recuerdan cuando le esquivaron el bulto al Chávez que llegó a fines de los ’90 a obtener un poquito de reconocimiento? ¿Cuándo cambió esa imagen y por qué cambió?