Edición Nro. 1887 - Punta del Este / Uruguay
enfoques 3 de octubre de 2014
 
 
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TURISMO POR CONVICCIÓN f
José Villar Gómez

El pasado diecisiete de setiembre falleció Don José Villar Gómez (14/04/1924). Lamentablemente, cuando me enteré, y no fui el único, ya había sido sepultado. Algún medio informó sobre su fallecimiento y destacó su trayectoria. Me podría referir a la multiplicidad de actividades que desarrolló pero opté por destacar su actuación como Ministro de Turismo (2/04/1987 – 4/05/1994) ya que tuve el privilegio de haberlo acompañado durante toda su gestión ministerial.
Y me resolví hacerlo porque entiendo que no se hizo justicia con él, solo mencionando que fue Ministro de Turismo. El destino quiso que lo conociera unos meses antes a mi incorporación al Ministerio en virtud de que celebré en mi casa el casamiento de mi cuñado con la hija de un gran amigo de él. Ya en ese entonces era una persona reconocida por su actuación como Presidente de la Cámara de Industrias, y fundamentalmente por ser el interlocutor de los empresarios con los representantes de la organización sindical PIT CNT luego de la reconquista de los derechos democráticos, algo que impactaba fuertemente en la ciudadanía.
Fue un hombre de origen humilde que nació, según el decía, “dentro de una bolsa de harina”, por ser el sector de la panificación el que lo marcó desde sus inicios y donde se desarrolló siendo muy reconocida su trayectoria al frente de El Maestro Cubano.
Su carácter era fuerte pero frontal. Era, y con las disculpas por si ofendo a alguien, “un petiso calentón”. Un leal contrincante según reconocieron sus adversarios. Con convicciones firmes y “brazo difícil de torcer”.
Es importante describir la coyuntura existente cuando asumió en el Ministerio. Éste se había creado en la Presidencia del Dr. Julio Maria Sanguinetti (1985/1990), el dos de abril de 1986, con respaldo político de todos los Partidos, pero mediante un Decreto que obligó a su regularización por Ley 15.851 de 24 de diciembre de 1986 (arts. 83 a 87) que lo crea y convalida su actuación desde sus inicios. Ya se había aprobado el Presupuesto Nacional, lo cual creó muchísimas dificultades administrativas y operativas al Primer Ministro de Turismo Dr. Alfredo Silvera Lima (2/04/1986 – 2/04/1987). El nuevo Ministerio fue la prolongación de la Dirección Nacional de Turismo, asumiendo los cometidos y funciones que las leyes y normas reglamentarias le asignaban a éste y le transfirió el personal de dicha Dirección.
Todo lo señalado generó inconvenientes de todo tipo para la puesta en funcionamiento del novel Ministerio. Pero hubo más inconvenientes. Los operadores turísticos privados referentes de aquel entonces, gente de mucho peso empresarial, gremial y político, se opusieron fuertemente a la gestión del primer Ministro, y prácticamente que obligaron a su sustitución antes de que se cumpliera el primer año de su designación. Según me relató Villar, en oportunidad de la visita del Papa Juan Pablo II a nuestro país, y luego de celebrarse la misa en Tres Cruces el primero de abril de 1987 (Día declarado Feriado Nacional), el Presidente Julio María Sanguinetti, luego del saludo que el Papa hizo a todas las autoridades públicas y privadas presentes le pidió que no se retirara porque tenía que hablar con él. Él pensó que había algún tema relacionado con su actividad gremial empresarial, pero el motivo era ofrecerle el cargo de Ministro de Turismo. Con esa designación el Presidente pensó, y lo consiguió, que aportando un hombre de la actividad privada se podía contener la crisis que se había generado en el sector turístico, y además sabía que no iba a generarse reacciones desde la Unión Colorada y Batllista, sector al que se le había asignado el Ministerio, dado que Villar era una persona del conocimiento y confianza del lider de ese sector, el Sr. Jorge Pacheco Areco.
Villar, en virtud de sus creencias religiosas, recordaba esta instancia exhibiendo una medallita que siempre llevaba consigo y que se la había bendecido el Papa. Y así comenzó la historia de Villar en el Ministerio. Era un empresario y actor gremial reconocido, pero no era un político, ni tenía antecedentes en el sector turístico. Tampoco había actuado nunca en la actividad pública. Estoy seguro que nadie presagiaba lo que iba a aportar  al Turismo en general y al Ministerio en particular.
En su primer contacto con el Ministerio se encontró con instalaciones que a su entender no se condecían con la importancia que él le pretendía dar a éste. Recuerdo que decía que no podía recibir a periodistas, inversores, etc. en las condiciones que estaba la Sede Ministerial. Su antecesor había pensado mudar el despacho del ministro para una casona de la calle Lord Ponsonby, y dejar el resto de las dependencias en el edificio de Avda. del Libertador y la calle Colonia (propiedad del Banco de Seguros del Estado) que estaba en muy malas condiciones.
Con este mal antecedente, las limitaciones presupuestales y la necesidad de obtener rápidos resultados, recuerdo las acciones que llevamos adelante ante el Tribunal de Cuentas para forjar un procedimiento extraordinario y lograr en muy breve lapso dejar una sede funcional y moderna. Esto que tal vez sea difícil de dimensionar ya indicaba el peso que iba ganando el Ministro Villar. En efecto, hombre vinculado a la actividad privada y apasionado por el marketing, solidificó su gestión en ofrecerse, y ser aceptado, como un buen interlocutor ante los organismos públicos, y entre estos y la actividad privada.
Fue un eficaz y comprometido coordinador de la actividad turística. Luchó incansablemente para lograr “concienciar” sobre la importancia del turismo y en “romper con la estacionalidad de la actividad turística”. Él no se cansaba de decirles a los operadores turísticos que era su representante. Convocó permanentemente a los líderes de la actividad turística, creando un consejo asesor con especialistas en los diversos temas. Se apoyó en las organizaciones gremiales turísticas, siendo la Asociación Uruguaya de Agentes de Viaje (AUDAVI) la que mayor protagonismo tuvo inicialmente. Pero también en todas las Asociaciones, Cámaras y Ligas existentes en los Departamentos, provocando sorpresa por ello ya que éstas se consideraban totalmente marginadas de las decisiones que se tomaban en el sector. A las existentes las apoyó y procuró fortalecer canalizando muchas de las acciones a través de ellas, y donde no existían fomentó su formación.
La política de puertas abiertas del Ministerio y el acercamiento personal del Ministro a cuanta actividad se le participaba hizo que se multiplicaran en gran forma los pedidos de colaboración. Y la respuesta fue brindar apoyo a través de “subvenciones”. Todo proyecto que se consideraba importante por su impacto en el sector contó con el apoyo del Ministerio. Este tipo de herramientas fue usado con mucha prudencia, y en mi opinión y con las excepciones que pudieron existir, no hubo objeciones en su instrumentación. Esta herramienta, además de motivadora para quienes querían emprender acciones en el sector, era la única disponible ya que en ese tiempo no existían partidas específicas para el Ministerio, y solo se contaba con los recursos que aportaba el Fondo de Fomento de Turismo (art. 18 Ley Nº 14.335 de 23/12/1974, conocida como Ley de Turismo, recientemente aggiornada), que se nutría básicamente con el 20% de las utilidades que generaban los Casinos del Estado.
Procurar los fondos que asignaba la Ley fue otro de los desvelos del Ministro. Nunca esperó que los fondos fluyeran al ritmo burocrático, sino que accionó personalmente ante los jerarcas de la Dirección General de Casinos y Ministerio de Economía y Finanzas, con el fin de poderse movilizar financieramente con fluidez.
Fue un obsesionado con todo lo vinculado con la promoción. En lo externo apoyó la participación en las Ferias en el exterior que le reclamaba AUDAVI, por ser la entidad que más peso tenía en los inicios de la gestión del Ministro. Esa entidad era la responsable de todo lo vinculado con las Ferias. El Ministerio apoyaba financieramente la participación y aportaba apoyo logístico a través de sus funcionarios o a través de las Delegaciones Diplomáticas en el exterior. Si las comparamos con las intervenciones actuales aquello era “primitivo” ya que todo se ejecutaba mediante acciones y aportes personales  (participaban los Titulares de las Agencias de Viaje, y resalto el aporte del Arq. Antonio Gallicchio al que AUDAVI nombró como responsable del armado de los stands; los dueños de Hoteles, los representantes de Asociaciones, etc.) y mediante apoyos empresariales (se conseguían descuentos en las Cias. Aéreas y donaciones de productos como vinos y  lácteos para degustar durante las Ferias). También relacionado con la promoción creó la figura del Agente Turístico en el Exterior, lo cual demandó vencer las oposiciones de todo tipo que se le presentaron a esta iniciativa tan novedosa (Tribunal de Cuentas, Ministerios de Economía y Finanzas y Relaciones Exteriores). Logró vencer esos obstáculos y dio inicio con esta experiencia en la sede de la Embajada en Buenos Aires.
Allí se montó una oficina de Turismo que prácticamente funcionó, por lo menos en lo operativo, dependiendo del Ministerio de Turismo. Para ello fue fundamental la relación que tenía con quien era el Embajador de ese entonces en la Argentina, Don Luis Barrios Tassano (en mi opinión el mejor Embajador en Argentina desde la reapertura democrática). Esa Oficina, al influjo de su “jefe”, Jorge Borad, y del primer Agente Turístico en Argentina, mi amigo Martín Rossani, fue un referente por mucho tiempo en nuestro principal mercado emisor. Fue por mucho tiempo el lugar de referencia en Buenos Aires, y donde se realizaron los lanzamientos de temporada con mayor convocatoria, presencia y participación de periodistas, personajes de la cultura y de la política, así como de actores turísticos.
Lamentablemente con el tiempo esa Oficina perdió respaldo y prácticamente despareció, al igual que la sede de la embajada que estaba en un lugar estratégico de la ciudad de Buenos Aires, recientemente vendida.
Otra acción novedosa fue la de las campañas a resultado para Argentina y Brasil. Indudablemente que el fin que se procuró fue poder hacer publicidad sin contar con los recursos necesarios para efectuar este tipo de promociones. Se fijó un mínimo de turistas por año y se pagaba un monto por los turistas que superaran ese mínimo.
Recuerdo lo duro que fue para Villar convencer al Ministro de Economía de ese entonces. Pero lo logró y por mucho tiempo tuvimos una publicidad que hasta ese entonces no existía por la calidad e intensidad. No puedo dejar de señalar que esta propuesta tuvo sus opositores y críticos. Estos no compartían los mínimos de turistas, las tarifas, los medios, etc. etc. Pero, si no estoy equivocado, debe de haber sido la única vez que se intentó hacer en el Estado una campaña promocional a resultados.
En otro orden, y asociado con la infraestructura turística, fueron muy importante las acciones que se emprendieron con los Hoteles y Paradores que estaban bajo la órbita del Ministerio (Argentino Hotel, Hotel Casino Carmelo, Parador La Coronilla, Parador San Miguel, etc.). Estos establecimientos tenían mucho que ver con las zonas en donde se encontraban y por lo tanto se reclamaba permanentemente que estuvieran en condiciones. Quienes los operaban, mediante régimen de concesión, aducían que los cinco años de contrato que se les establecía no les permitían ocuparse de mantenimientos profundos. Ante esto, y dado que los recursos propios no eran suficientes, se resolvió hacer un llamado a arquitectos para que hicieran un diagnóstico de situación edilicia en cada uno de ellos, y sugirieran las obras y las llevaran adelante. Con el tiempo se comprobó que los técnicos seleccionados eran de gran nivel ya que todos ellos tuvieron carreras destacadas (Ministro, Presidente de la SAU, etc.). Con este apoyo técnico se pudieron incorporar partidas para inversiones en el Presupuesto del Ministerio lo cual indicó todo un avance.
Yo diría que todo esto fue posible durante los menos de tres años de gestión que tuvo Villar durante la Presidencia del Dr. J. M. Sanguinetti (04/1987 a 02/1990) al que habría que restarle prácticamente que el primer año fue el de ordenamiento institucional, presupuestal, funcional, etc.
Al Dr. J. M. Sanguinetti lo sucedió en la Presidencia el Dr. Luis Alberto Lacalle (1/03/1990 a 1/03/1995). Como sucede habitualmente, los nuevos Presidentes entre sus primeras decisiones conforman su Gabinete Ministerial. Todo hacía suponer que Villar culminaba su actuación en el Ministerio. Pero ocurrió algo. Se comenzaron a sentir voces de los principales actores turísticos reclamando la continuidad del Ministro Villar y ello seguramente influyó para que el nuevo Presidente resolviera la continuidad de éste en el Ministerio. En mi opinión también debe de haberse tenido en cuenta el alto nivel de aprobación que tenía Villar ante la opinión pública, que lo sindicaba como el Ministro mejor visto.
Indudablemente se dio un hecho político sin precedente al resolverse la continuidad de un Ministro en su cargo pese al cambio de Gobierno y que, además, fuera de otro partido político. No hay duda que estas circunstancias eran una clara señal de reconocimiento de lo actuado, pero fundamentalmente de fortalecimiento del sector turístico. Ya no se veía al Ministerio como la Cenicienta de los Ministerios.
Durante esta segunda etapa yo quisiera resaltar dos grandes logros. El primero tiene que ver con los ya mencionados Paradores y Hoteles que tenía el Ministerio. El Presidente L. A. Lacalle puso en práctica una política que se denominó “inmuebles improductivos”. El fin era que los inmuebles que estuvieran en propiedad del Estado y no tuvieran la razón para ello se procediera a su venta. Esta definición se ajustaba mucho a los inmuebles propiedad del Ministerio. En efecto, eran inmuebles con muchos años de construidos que exigían mantenimientos a cargo del Estado y que no le dejaban nada a éste ya que los precios que se pagaban por las concesiones eran ridículos.
Ante este desafío el Ministro Villar convenció al Presidente de que estos inmuebles no se vendieran y que en su lugar se cedieran en usufructo y por plazos muchos más extensos que los cinco años que hasta ese entonces se otorgaban. Esto le permitió al Ministerio deslindarse de las erogaciones que implicaban los mantenimientos de estos establecimientos y que los usufructuarios pudieran hacer inversiones importantes en vista de que podían recuperar las mismas por el plazo que se le otorgaba.
Creo que esta idea novedosa luego no se replicó en otros Ministerios, y por lo tanto debe destacarse aún más.
La otra decisión que se adoptó y que no hubiera sido posible sin la anuencia del Presidente de la República, fue la creación del régimen promocional de inversiones denominado COMPLEJOS TURÍSTICOS (Decreto 68/991 de 31/01/1991), y lo escribo con mayúscula para poder expresar la trascendencia que este régimen tuvo en el sector turístico.
Con anterioridad a su creación cualquier proyecto de inversión debía ser sometido a aprobación por el Ministerio de Industria y Energía (Unidad Asesora de Promoción Industrial-UAPI). Le llovían al Ministro Villar inversiones para el sector turístico y él debía derivar a los interesados a otro Ministerio. Este nuevo régimen varió sustancialmente las cosas e hizo que fuera el Ministerio de Turismo el que debía realizar la calificación de los emprendimientos como “Complejos Turísticos”.
Recién luego de ello se le daba intervención a la UAPI, pero al solo efecto de establecer los beneficios que se obtenían por aplicación de este régimen. Yo creo que era difícil de prever el impacto de la aplicación de este sistema. La explosión de las inversiones en el sector fueron de todo tipo: Shopping, Terminales de Ómnibus, Cadena de Comidas Rápidas, Hoteles, etc... El turismo comenzó a ofrecer posibilidades, y este régimen permitió que con un trámite agil y poco burocrático muchísimos inversores pudieran viabilizar sus proyectos a lo largo y ancho de nuestro país. Si alguien tiene dudas, consulte por las obras más importantes realizadas en infraestructura turística y constatará que las mismas se hicieron a partir del año 1991.
Hechos políticos hicieron que Villar dejara su cargo antes del final del mandato del Presidente L. A. Lacalle, pero se fue por la Puerta Grande. Tal vez muchos de los nuevos actores no tengan porqué saber de lo actuado por Villar, pero para los que peinan canas aún hoy siguen reconociendo su gestión. Se fue del Ministerio y no quiso que nunca más le hicieran notas periodística sobre su gestión, ni opinar sobre la gestión de sus sucesores. Siempre que se le reclamó dar una mano en algo concreto, que lo pudiera hacer en el anonimato, allí estuvo.
Fernando Mier




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