Enloquecido e incapacitado para frenar el gasto público, entre gallos y medianoche, distracciones y cincuentones, el Poder Ejecutivo, a instancias de una conducción económica que se bate en retirada, acaba de aprobar una catarata de aumentos en las tarifas de los servicios públicos.
Notorio ajuste fiscal (reconsolidación fiscal diría Astori), que deberá pagar el pueblo uruguayo.
Añádase que por “obediencia debida” los directorios de las empresas públicas exhiben un conjunto de monigotes contrarios a los aumentos desbocados que van a parar a Rentas Generales, pero son incapaces de contrariar al amo absoluto de la economía nacional, que hoy tiene más ganas de irse que de quedarse.
Este “regalo” de Navidad y Año Nuevo para la población, sacude los bolsillos de centenares de miles de familias sitiadas y acorraladas en todo el país, que sobreviven como pueden al despilfarro generalizado, ya con nauseabundo olor a corrupción, de padre y señor mío.
Acabados los pesos, van por las monedas.
Idos de rosca y de mambo, el gobierno y el poder político uruguayo propician la rajadura y profundidad de la grieta que ha dividido en dos el país desde que el Frente Amplio asumió el poder en 2005.
Casi un millón de ciudadanos gana menos de 15.000 pesos por mes, con jubilaciones y pensiones que, en su inmensa mayoría, no sobrepasan los diez mil pesos mensuales.
A galope tendido, el gobierno persigue ahora lo que va quedando de una clase media productiva, acosada en extremo, relegada, y absolutamente postergada.
El saqueo continuado a la gente es una constante del período, y nos hacemos eco de la diaria desaparición de empresas familiares asoladas por una voracidad fiscal insaciable que superó el límite de dejar boqueando al ciudadano. Muerto si es posible, a la luz de la ola de suicidios que se abate sobre el país, sumergida la población en un estado de depresión general y colectiva al no poder hacer frente a sus necesidades más apremiantes.
Con denuncias frecuentes en la prensa independiente y redes sociales, (la gran prensa se extravió en los tentáculos de la publicidad oficial que le da oxígeno para sobrevivir a multitud de “empresarios” que integran familias y apellidos que permanecen colgados del pincel de la desfragmentación generacional), el gobierno y los legisladores avanzan sin rumbo, tapando agujeros con lo que resta del bienestar general, sin perjuicio de seguir endeudando el país, imposibilitado de pagar lo que le debe a la banca internacional.
Con sorna repudiable, un economista ha dicho que la deuda externa no se paga; ¡se administra…!
La deuda externa ha trepado ya a los 60 mil millones de dólares, sin que el ministerio del ramo encuentre otra salida que el maquillaje numérico, (2 por 2 son cinco) y la explicación doctoral del mono sabio de cuanto desaguisado cometen los servicios en que ha metido mano el titular de la cartera y su gavilla.
En cuanto a porcentajes de incremento de los servicios públicos, las secciones informativas de los medios de comunicación abundan al respecto. No obstante, vale comentar que el Uruguay tiene las naftas más caras de la región, con precio equivalente a los valores del combustible en los países más avanzados de Europa, y naturalmente que mejor viven, con un poder adquisitivo y cobertura social y medicinal que ojalá tuviésemos algún día en el Uruguay.
Ricardo Garzón
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