Consecuencias de la permisividad
Hoy dejaré un tanto de lado el bochorno del PLUNA GATE, así como el precio de venta de los aviones  que muestra su poco valor de reventa, su alta depreciación y lo alto que se pagaron en su momento. Es de esperar que el supuesto comprador de Miami, cuyo nombre no se dio a conocer, no termine siendo un testaferro como ya ha sucedido.
Me dedicare al tema del momento: la suspensión de un jugador de la selección por parte de la organización que realiza el evento de entretenimiento mediático del fútbol.
Aclaro que no soy fanático del fútbol; no miro dicho espectáculo y menos de una selección por las connotaciones negativas que ellas traen en una sociedad, ya sea de fútbol o de lo que sea. Solamente hacen nacer sentimientos nacionalistas de corte fascistas en una sociedad, y si no lo creemos miremos del otro lado del Plata. Aclarado esto, digamos que el Sr. Suárez ha sido el que en definitiva ha pagado los platos rotos de una sociedad permisiva, y de intereses enfrentados.  
Sí, como lo han escuchado; una sociedad permisiva que en lugar de aconsejarlo, de brindarle apoyo, no para que lo siga haciendo cada vez que tenga un arranque de ira, sino para que lo subsane, para que lo evite, para que lo saque de su personalidad o lo sublime o atempere.  
Por el contrario, la sociedad permisiva lo alienta o lo ha alentado para que continúe así. Y mordida tras mordida así llegó a la situación que llegó.
Y lo que más me ha indignado, es la forma inescrupulosa que director técnico, jugadores, y directivos de la AUF quisieron negar: lo que las pruebas gráficas mostraban como un claro intento de ataque salvaje del jugador. Todavía, el director técnico tildó de “moralidad barata” el encare de los periodistas del tema en cuestión (El que esté libre de pecado que tire la primera piedra). Da vergüenza el caradurismo.
Negamos los hechos, ninguneamos al contrario, como lo hacemos a diario en lo interno.
Y claro, la FIFA, que podrá ser permisiva con otros hechos no tenemos duda, no fue permisiva con él. Tampoco en otros lugares del mundo lo son y condenaron al cadalso al jugador reincidente, y con él a una selección que dependía de su fútbol. No se dieron cuenta los uruguayos que en el mundo, en general, la mentira es penada severamente. Si no vean lo que le pasó a Nixon o Clinton, entre otros. Por algo la figura del arrepentido muchas veces permite que los tribunales otorguen las gracias o disminuyan la pena.
Pero como frutilla del postre vemos hoy las declaraciones del Presidente expresadas en el Aeropuerto mientras recibía a la selección. ¿Piensa este señor y su señora esposa, que ratificó lo dicho por él, que con dicha grosería mejoraría la situación, que arreglaría algo? ¿O no será que dichas palabras nos dejan fuera del sistema?
Nos debería avergonzar lo sucedido, y no todavía gritar, insultar y cacarear. Está bien que la sanción parece ser desmedida, pero se encuentra dentro del margen de discrecionalidad que tiene el tribunal. En todo caso pecará de ausencia de proporcionalidad y congruencia, y nada más.
No podemos tampoco cuestionar un fallo con arengas referidas norte sur, a los ricos y pobres, a las mafias y complots, las referencias a los poderosos. Todas ellas para justificar y avalar lo hecho por el jugador. En el mundo no nos toleran nuestra permisividad mal entendida, donde siempre nos ponemos del lado del pobre que, por ser tal, debe tener la razón. Así como también siempre la razón está del lado del trabajador, explotado por el empleador. Mucho debemos cambiar. ¿Cuándo nos daremos cuenta que hay cosas de falta de urbanidad que en el mundo no las aceptan, no las quieren?
Se ha condenado severamente la falta como hecho violento, más allá de lo lícitamente aceptable. Un empujón, una "plancha", está admitida como algo normal en el fútbol, pero no un mordisco. Este tipo de violencia es ilegítima, está por fuera de lo aceptable en el espectáculo que arman los dueños de la FiFA.
Otro hubiese sido la actitud de los decisores si no se hubiese faltado a la verdad; si no se hubiese mentido impunemente pues eso no lo han tolerado y enardeció al Tribunal.
Hoy ya están todos en casa cultivando el veneno de sus propias miserias. Es de esperar que algún día se den cuenta el daño que su permisividad le ha causado a este número nueve.  
Si antes no perdía tiempo mirando dicho espectáculo, que no tiene nada que ver con el concepto de deporte, hoy, luego de lo ocurrido, menos lo miraré.

• “Hay que pegarle al chancho para que aparezca el dueño” Refrán anónimo