Si yo hubiera sido militar en 1982, de algunas cosas no sentiría orgullo, y de otras, sin duda que sí, entre ellas la gestión  de empresas públicas tradicionalmente problemáticas y dirigidas por ineptos al cubo, como Pluna o AFE, por ejemplo. Así, me hubiera tomado 3 minutos en el Club Naval para preguntarles a los dirigentes políticos, que harían con ellas. Al margen de que si hubiera sido un ex FAU, hubiera peleado 10 veces más por seguir encabezando Pluna que por complicarme y complicar la vida con la DINACIA, si me decían que a éstas y otras dependencias públicas las iban a volver a dirigir con políticos no electos, mayoritariamente incapaces y mal rodeados, simplemente las privatizaba en 1983, y que lloraran al cuartito. El pueblo me lo iba a agradecer…
Se hubieran ahorrado papelones, desastres, inercias, crisis y más de 900 millones de dólares. Escuelas, hospitales, caminos, viviendas…
No obstante, en la faz del transporte, terrestre y aéreo, las cosas, volviendo a gerenciar -por decir algo…-  a las estatales como en los 50 y 60, podían empeorar, más allá de algún raro jerarca eficiente como Lombardo en Antel, o Conforte y Pasadores en Pluna.
Tanto, que los nuevos aspirantes a gestores, desde mediados de los 90 -luego de una privatización de Pluna tan mal hecha como las consultorías internacionales por AFE- serían los sindicatos, a veces, hasta con un engañoso barniz de presumida eficiencia o, al menos, suficiencia. Claro, era mucho más coherente, y, aunque algo reiterativo, fundamentado, el discurso de Omar Díaz, que de la murga aeronáutico-sindical actual.
Cuando en la primera patinada seria de las relaciones entre Pluna y Varig, cuentas dudosas mediante, en 1995, un extrañamente fascinado Ricardo Scaglia -que en materia de aviación sabía menos que yo realizar un compromiso de compra/venta- atribuía el buen fin de las primeras negociaciones arduas con los brasileños “a Pepe D”Elía”, y, embelesado (vaya a saberse porqué….) “a Elina Rodríguez”, talvez ya fue tarde para detener el error. La misma Elina que tres años antes había negado a sus colegas gremiales -bastante más consistentes en su accionar, aunque luego sufriendo como cualquiera el despeñadero empresarial- de Varig, cuando la indagaron sobre la posibilidad de que el sindicato de Pluna adquiriera, a través de contactos financieros, la aerolínea, antes que Pluriconsorcio lo hiciera…
Así, él –graciosamente otorgado- crecía el poder (aunque más no fuera de insistente veto mediático) del gremio aerocomercial. La cumbre de esta influencia sindical se daría, unida a la decadencia de Varig, cuando, por un lado, Madame Elina asumiría la Gerencia General de la aerolínea, suplantando a Jorge Neves, el brasileño que mejor se puso la camiseta de Pluna y bastante logró por ella…
A la ineficiencia de su gestión, por varios millones de dólares, en rojo, (en un solo año, más de U$S 40 millones), con aeronaves arrendadas pero no incorporadas -o de pasaje muy fugaz (para justificar rentabilidad alguna) en la empresa- con otras adquiridas y pintadas pero nunca arribadas, como un ATR, por problemas de mantenimiento, y un optimismo absolutamente irresponsable, se unió otro directorio, político e inepto, designado por el gobierno de Vázquez. El mismo que había prometido que al frente de los entes no habría políticos perdidosos, sino personas idóneas…
Evidentemente, Carlos Bouzas, no era, justamente, digno de una definición así. De esta manera, cuando a la caída de Varig y la espantosa gerencia de Elina hubo que salir a conseguirle –de forma no muy ortodoxa- un socio que tapara los agujeros, el grupo Leadgate, corriendo con el caballo del comisario y el comisario encima, no tuvo quien osara controlarlo, entre sus interlocutores estatales. La clase política, a excepción de Carlos Moreira y luego Pedro Bordaberry, permaneció casi omisa en esta cuestión, como deseando que alguien sacara las castañas del fuego…
Nadie se preguntó si se podía rescatar algo de la experiencia de U-Air (en parte frustrada, sin desconocer errores propios, por un Estado monstruoso, ineficaz e indebidamente proteccionista), o potenciar, de alguna manera a empresas locales más pequeñas como Aeromás, a la cual, si le hubieran reducido gastos burocráticos y de combustible, talvez tendríamos volando…
Así las cosas, los yuppísimos Campiani Boys, luego de mandar al propio Estado -dueño solo del 25%- a comprar los aviones que quería usar, con cuya comisión de parte del fabricante, discretamente y a regañadientes, pagaría algunas “capitalizaciones”, asumen, graciosamente la gestión de Pluna, incumpliendo compromisos anteriores por doquier.
En el camino quedarían los “Airbus para volar a Europa” o “potenciar la carga aérea”, al tiempo que se empezarían a cobrar los equipajes, la comida (incluida el agua) y hasta los resfríos. Se comenzaría a agrandar la flota a niveles que el sentido común -teniendo en cuenta la autonomía de los CRJ y la cerrazón argentina a otorgar nuevas rutas- desaconsejaba a gritos.
El sindicato no hizo ninguna huelga…
Se compró una empresa fantasma -Aerovip, propiedad del grupo Bunge, integrando Leadgate- en Argentina, licuando balances y perjudicando al Estado, al “arrendarle” vuelos de Puente Aéreo y algún charter a Brasil, mientras se congelaban las frecuencias que le pertenecerían a Pluna. El sindicato, mutis por el foro y por el forro.
A todo esto, dos de los más destacados dirigentes gremiales de la empresa, habían sido encarcelados y procesados por  narcotráfico, a pedido de la DEA y, el sindicato guardó el mismo silencio que ante las azafatas uruguayas introduciendo 16 kilos de cocaína en los 90 en Barajas…
La flota seguía creciendo de forma insostenible -quizá Leadgate buscando las comisiones de Bombardier desesperadamente, para estirar la debacle- y el nuevo socio canadiense (Jazz) rápidamente se desilusionaba de su participación en Pluna, para la cual se le había prometido destrabar la plaza argentina…
Se producía la primera deuda multimillonaria con Ancap y el primer corte de suministro.
El sindicato, miraba para otro lado…
El entonces nuevo directorio presidido por Fernando Pasadores, empezaba a confirmar sospechas de irregularidades, solicitando balances por vía judicial y recurriendo a la Justicia para dilucidar el tema Aerovip, al tiempo que sugería al MTOP –que no lo apoyó como debía, mientras ratificaba a la poco apta Elina Rodríguez como directora de Transporte Aéreo, dependencia creada en 2008 para “darle algo a esta mujer”- endurecer su posición en esta materia…
El sindicato, no lo escuchó.
Este directorio volvió a objetar la compra de más CRJ y algunos balances. Ni el gobierno, ni el sindicato abrieron la boca.
Cuando la caída era inocultable, dos sindicalistas de Pluna (uno, de la máxima jerarquía), en menos de 120 días, fueron apartados por estafa. El último, en lugar de denunciarlo penalmente por la desaparición de 200.000 dólares, fue coimeado por Campiani para guardar silencio sobre ciertas internas…
Mientras Madame Elina intercedió, indebidamente, por este dirigente gremial, produciendo roces graves con el directorio de Pluna Ente, el sindicato, siguió callado…
Con la crisis gravísima, y Leadgate apartado, aunque inmunizado judicialmente por el gobierno, el gremio deflagró una huelga salvaje, dándole, junto a la interna tupamara desatada, el tiro de gracia a Pluna, pero, en lugar de ser un coadyuvante del ocaso, fue visto por casi toda la clase política como un interlocutor inteligente y válido, al cual se lo trataba de “serio”, escandalizando el ámbito y a quienes algo entendemos de aviones…
Luego, diversos payasescos aspirantes a empresarios extranjeros, obedecieron al gobierno hablando pavadas con el gremio ensoberbecido, y, ahora, vemos cómo las autoridades, aún previendo que esta aventura no dure más de 18 meses, se disponen, graciosamente, a entregar millones de dólares, flota (embargable, quieran o no) y contactos a estos gremialistas, que mucha idea no tienen de la cosa, sin que la “oposición” se plante firme y, al menos, denuncie inequívocamente este fraude en curso.
Parece que incluso sobreestimasen el peso de este sindicato, como si estuviéramos ante los más duros de AEBU o del Sunca, que pudieran parar el país indefinidamente…
Lo dicho al principio: en evidencia la ineptitud y talvez la comodidad o, al menos, la escasez de reflejos de nuestra clase política, incapaz de vislumbrar el papelón y los costos inherentes, al mismo, que se podría iniciar próximamente, con el previsible e irreversible daño a las alas uruguayas, que, no duden, se producirá. Sí o sí …
Los que tengan oídos, ¡oigan!
Javier Bonilla